Viviendo en la luz: pautas para un trabajo interior

Ya sabes lo que eres realmente: la suma de energía de amor incondicional vibrando en lo que llamas «cuerpo» y consciencia eterna e infinita. Además, hemos visto que nacemos conectados a la Unidad y que, a causa de nuestro desarrollo intelectual y la creación de identificaciones-apegos, acabamos perdiendo la consciencia de esa conexión para vivir en la ilusión creada por la mente.

Ahora veremos cómo llegar a experimentar plenamente esa conexión. De esta manera, todo lo visto aquí no se quedará en un mero conocimiento teórico y vivirás en la CONSCIENCIA de la energía todopoderosa del amor universal vibrando en la tuya. Para lograrlo, cambiaremos la dirección de nuestro foco de atención, de la MENTE que nos creemos ser, a la VIBRACIÓN que realmente somos. Como dijo Einstein: “es de locos hacer lo mismo y esperar obtener resultados diferentes”. Si continuamos dedicando nuestra atención-energía a la mente, seguiremos haciendo lo mismo, con los resultados de sobra conocidos.

El gran cambio en nuestra vida, el cambio genuino, es dejar de fijar nuestra atención en el conocido mundo exterior, explorado y evaluado por la mente científica, y enfocarla en las profundidades del ser infinito que somos. Actualmente, la dirigimos esporádicamente a nuestro interior, generalmente cuando nos sentimos mal (el dolor nos obliga a fijarnos en él), y la casi totalidad del tiempo permanecemos “mirando” al exterior. A partir de ahora invertiremos los tiempos: la mayor parte lo pasaremos en nuestro mundo personal y lo mínimo imprescindible fuera, lo justo para poder interactuar con el mundo físico.
Este paso es muy duro: significa renunciar a vivir, por medio de la atención, en el mundo conocido de la forma y adentrarte en tu vasto y desconocido universo personal. Hay que ser muy valiente para tomar esa decisión, pero ES EL ÚNICO CAMBIO POSIBLE y, a partir de él, comienzas una nueva vida.
Al principio, tendrás un enemigo muy persistente: la impaciencia por encontrar, llegar o descubrir algo en concreto. El ansia por alcanzar la imaginaria meta de lograr tu propósito es el mayor impedimento del crecimiento espiritual. Esta ansia, nunca satisfecha, es la que trunca la mayoría de los intentos de transformación personal.
A continuación, te dejo unas pautas para tu trabajo-viaje interior, pero en ningún momento realices el esfuerzo de los ejercicios esperando sentir la conexión con la Unidad o la paz del momento presente o cualquier otra cosa. No. Si empiezas con un objetivo en concreto sería el ego guiando otra vez tu vida, y te garantizo que abandonarás. Nada satisface al ego durante mucho tiempo y la excitación por la novedad del trabajo espiritual, dará paso a la frustración ante la falta de resultados, con el subsiguiente abandono del camino emprendido.

“Entonces, ¿para qué voy a empezar, si lo que yo quiero es sentirme bien, ser consciente de esa conexión de la que hablas?”, podrías decirme.

La maravilla que vas a vivir es una consecuencia de tu trabajo personal, del cambio en el enfoque de tu atención, y nunca debe convertirse en un objetivo a lograr, porque eso va a impedirte disfrutar de lo que haces. Y si no disfrutas (por estar tan pendiente de llegar) no hay progreso.
Solo puedes tener un único anhelo: caminar sin esperar llegar a ninguna meta, solo pasear-mirar en tu interior por el goce de descubrirte y hacer las prácticas de concentración por el placer de hacerlas. Es como el que va al gimnasio simplemente por la satisfacción de entrenarse, de sentir su cuerpo en forma. Eso sí, al principio no habrá mucho placer con los ejercicios; pero progresivamente, según te vaya abandonando el ego, los irás disfrutando y al final no podrás vivir sin ellos.
Este quehacer dará frutos con el tiempo. Irás conociéndote en profundidad, siendo capaz de distinguir lo real de la ilusión que existe en ti, no perdiéndote en ella. Ganarás en autoestima, en fortaleza personal, en creatividad… Y comenzarás a amarte totalmente.
Llegará un momento en que te encantará estar a solas contigo. Esta es la señal de que el ego ha perdido el control de tu interior y ya moras en tu casa, en tu cuerpo, en el templo del Dios/a que es. De repente, un buen día, todas tus células te cantan a coro la realidad de que vibras en otra energía, haciéndote rebosar de alegría por saber que vives en un Universo que te ama, te guía y te protege. A la vez, sientes en tu interior una presencia, llena de poder y amor, que te relaja y en la que te abandonas confiad@. También te llega la certeza de que tienes una misión para esta vida, una misión que te apasiona: darte al mundo expresando los dones que atesoras. Y mucho antes de eso, descubres que viajas por un camino que no tiene fin, en el que no se “llega” a ningún lado, sólo se avanza, sólo se crece, ya que ESTÁS EN EL INFINITO VIAJE CONSCIENTE POR LA VIDA.

Dicho lo anterior (que lo vivirás), comenzamos esta travesía por tu mundo personal.

Este camino, al principio, es inhóspito y sin ningún resultado visible. Es muy parecido a cuando decidimos hacer deporte por primera vez. Las tres-cuatro primeras semanas son las más importantes, es el tiempo que tarda en establecerse un nuevo hábito. Tendremos agujetas los primeros días, es normal, hemos llevado los músculos más allá de su zona de confort. Con el tiempo desaparecen y hacer ejercicio nos cuesta menos, llegando un momento en que el propio cuerpo nos lo pide. Ese es el indicador de haber incorporado el hábito de hacer deporte a nuestras rutinas personales.
Lo mismo sucede con el trabajo espiritual: lo fundamental es establecer nuevas costumbres. Al comienzo, nos obligamos a hacerlo (esta obligación es la lucha con la inercia vigente de “no hacer nada”); pero luego esa tarea interior se convierte en nuestra nueva forma de vida.

Veamos a continuación qué nuevas rutinas establecemos, si quieres, claro.

NUEVOS HÁBITOS PARA UNA NUEVA VIDA

1º.- Pregúntate constantemente: «¿dónde está mi atención ahora?», así sabrás qué estás creando. Normalmente la tendrás en la mente. Si te descubres cavilando sobre un tema en concreto, intentando llegar a una conclusión-solución, perfecto: estás usando la mente. Si te notas divagando, elucubrando sobre esto o lo otro, recordando cosas del pasado o anticipando posibles situaciones de futuro, entonces, te está dirigiendo la mente.
El caso es que seas siempre consciente de dónde está tu atención. Eso sí, no te regañes por haberte perdido en tus ensoñaciones, ya que entonces sería el ego entrando por la puerta de atrás.

De esta manera empezamos a darnos cuenta de la ilusión creada por nuestra inconsciencia. Aquí ya alteramos el rumbo del barco que somos, dejando de estar dirigido por un capitán que va por libre (la mente no consciente), para empuñar nosotros (la consciencia) el timón. Durante un tiempo lo compartirás con ella, hasta que seas lo suficientemente fuerte para manejarlo tu sol@; pero este es el mejor comienzo.

2º.- Date cuenta de cómo te sientes, momento a momento. De esta manera advertirás cuál es la “calidad” de la vibración de tu energía. Si te sientes bien, pletóric@, sin que haya ningún motivo justificado, perfecto, estás en tu estado natural de alegría. Si hubiera algún motivo, sería el ego alegrándose por ello. Por el contrario, si te notas triste, angustiad@, ansios@, con negatividad… estás viviendo en la ilusión mental. Siempre.
Un buen método para transformar esta baja vibración es tararear, silbar… prestando toda tu atención a los sonidos que emites. Es mejor no pronunciar palabras inteligibles, estaría interviniendo la mente. Entona sonidos, que no sean los de ninguna canción conocida (mente otra vez): crea tu propia melodía. Al poco advertirás cómo tu estado de ánimo comienza a renovarse. Sigue con tu canción improvisada sobre la marcha. Llegará un momento en que habrás elevado tu vibración y te sentirás de diferente manera.
Esto es debido a que el sonido, como todo, es vibración. Si vibras con negatividad y tarareas una melodía alegre, estás introduciendo una nueva vibración en tu energía y la energía de frecuencia más alta siempre se impone a la baja. El mayor esfuerzo es comenzar a canturrear cuando estamos sumidos en pensamientos negativos, pero ese es el trabajo que conlleva el crecer. Con el tiempo te será más fácil y no solo cantarás para estar alegre, sino porque estás alegre. ¿No te lo crees?, haz la prueba y me cuentas. Si acabas dedicándote a la música, no me des las gracias: ese es tu don.

Al darte cuenta de cómo te sientes cambias la dirección de tu atención, quedándote a solas contigo, y empiezas a conocerte, a descubrirte. Al principio te generará incomodidad el mirar dentro de ti. La mente te incitará, una y otra vez, a que la tengas “entretenida” con cosas más “importantes” del exterior, del mundo que conoce. A la mente le aterra lo desconocido y, para ella, lo que realmente eres es un completo misterio. No cedas, sigue mirando lo que eres. Y, fundamental, encuentres lo que encuentres en tu interior: ¡ÁMALO! Este es el primer requisito para avanzar en este camino de descubrimiento personal: ámate en todo momento y circunstancia. Ámate, aunque te cueste, sea lo que sea que hayas hecho, dicho, sentido o pensado. El que juzga siempre es el ego; el amor (que tú eres) solo sabe amar. Si no te amas incondicionalmente, el ego te acabará sacando del camino de crecimiento que emprendes ahora.

Como resumen de este punto, y para que sea tu brújula interior, ten siempre presente que LO MÁS IMPORTANTE ES SENTIRSE BIEN. El cómo te sientes es la energía principal que mandas al Universo, y eso es lo que vas a recibir de vuelta en forma de circunstancias vitales. Según cómo te sientas, así será tu nivel vibratorio: a más alegría-bienestar más elevada frecuencia de vibración. Y la «calidad» de los acontecimientos que te lleguen reflejarán ese nivel. Tú decides, de esta manera, cómo quieres que sea tu vida.

3º.- Establece el hábito de realizar 1, 2 ó 3 sesiones diarias de ejercicios de concentración-meditación, distribuidos a lo largo del día. Cuantas más hagas, más rápido vas a desarrollar la capacidad de concentración, tu auténtico poder creador. Puedes empezar con 5-10 minutos en cada sesión y, si eres constante en tu práctica, cada vez te irá gustando más. Al principio te va a parecer una tediosa obligación: no estás acostumbrad@ a estar a solas contigo y la mente, en forma de parloteo mental, va a asaltar tu campo de consciencia para que la sigas. Si sucede esto, que sucederá, no interactúes con los pensamientos, no les hagas caso, y continúas con el ejercicio. En eso consiste concentrarse, en regresar al ejercicio todas las veces que te despistes.
Con el tiempo te sentirás más a gusto haciéndolos y los momentos de meditación serán los mejores del día. Cuando estás concentrado en algo vives en la paz de tu mundo personal, sin interferencias del exterior, y esta sensación acaba enganchando. Llegará el día en que todo el tiempo que pases despiert@ será una sesión continua de concentración y no te hará falta dedicar tiempo en exclusiva para ello. Lo conseguirás con el tiempo, no ahora, al principio.

Con estos tres hábitos instalados en tu día a día, realizando el ejercicio del perdón en aquellas situaciones que te provoquen negatividad (luego hablamos de él), y la escucha diaria de los audios subliminales que decidas crear, asentarás tus pasos por este camino que ahora inicias. Una vez adquiridas estas rutinas surge una dedicación constante a vivir en ese infinito mundo interior que vibra en tu ser y, al cabo de un tiempo, sin que te des cuenta, tu TRABAJO interior se transforma en tu DISFRUTE total. Y será impensable para ti volver a tu antigua vida, ya que estarás en el camino del crecimiento consciente y constante.

Te anticipo que los comienzos de este periplo interior son muy duros. Vas a ir, a partir de ahora, en una dirección totalmente diferente a la que lleva el mundo conocido en el que vivimos. Los dogmas del ego-separación están presentes en todo cuanto nos rodea, la energía de este mundo vibra en ella, y, lo quieras o no, nos afecta por resonancia en la nuestra. Tú, ahora, inicias el proceso para crear una isla propia, tu isla, en la que vibrará la consciencia en el amor incondicional que eres. Esto representa un considerable esfuerzo y, además, es un trabajo personal: nadie puede hacerlo por ti; pero no hay otro camino.
El hecho de que sea un esfuerzo individual no significa que lo hagas en soledad: tú nunca estás sol@. En el siguiente apartado descubrirás quién te acompaña.

HABLANDO CON TU ESENCIA DIVINA

Antes de arrancar con este viaje te recomiendo dirigirte a esa presencia, idea, imagen… que identificas como lo más sagrado, y que vive en ti. Muchos lo conocen por Dios, otros Íntimo, Todo lo que Es… Yo siempre le he llamado Padre, pero el nombre es irrelevante: llames como le llames, siempre te escucha.
Esa Presencia y lo que conoces por “Yo” es lo mismo, solo que en dimensiones diferentes. Él/la es tu aliad@ más poderos@ y siempre está contigo. Llegará un día que dejarás de ser lo que estás siendo ahora para expresar, en plenitud, ese Ser que lleva tiempo palpitando en ti.
Si nunca has hablado con Él/la, ahora es el momento de comenzar. Al principio te sentirás rar@, pero que te dé igual: es normal que suceda esto. Con el tiempo dejarás de sentir esa incomodidad y será lo habitual para ti. Más adelante ya no te hará falta hablarle, puesto que le percibirás siempre contigo.
Dirígete con humildad a esa Presencia silenciosa, amorosa y acogedora. Dile que, a partir de ahora, quieres mantener este contacto, que confías en recibir toda la ayuda necesaria para llegar a fundirte en uno con ella. Dile que quieres ser llevad@.
Puedes (yo lo hago todas las mañanas antes de salir de casa) estar un rato en su presencia por medio de una oración. Elabora una oración, tu oración, en la que pides aquello que creas necesitar. Con el tiempo, y tu propio crecimiento personal, la modificarás y tus nuevas peticiones se irán alineando de acuerdo con el amor incondicional; pero, en un principio, solicita aquello que brote de tu corazón… y abandónate en esa esencia que te acoge.

Ahora vamos con la parte práctica, con lo que nos hace crecer.

PASOS PARA ELEVAR NUESTRA VIBRACIÓN

El primer paso para elevar nuestra vibración es no crear más negatividad con los pensamientos de rechazo, lucha, impaciencia, ira… es decir, todos aquellos de no aceptación del momento presente. Sé consciente de los pensamientos que tienes, porque son los principales responsables de tu nivel vibratorio. Cada pensamiento genera una emoción. Una emoción sostenida crea un estado de ánimo, que es la energía que mandas al Universo y, por consiguiente, la energía que recibirás de él. Así pues, estate alerta a aquello que tienes en tu campo de consciencia. Lo que piensas es lo que estás creando y, eso que creas, eleva o desciende tu frecuencia de vibración.
Un remedio infalible para no crear más negatividad con los pensamientos de baja vibración es no seguirlos, dejar que se vayan solos sin interactuar con ellos. Si no puedes, por estar muy identificad@ con las formas mentales, haz el ejercicio siguiente.

El ejercicio del perdón es fundamental para nuestra transformación interior, y PUEDES EMPEZAR YA. Es el que nos permite sanar esas situaciones y pensamientos a los que estamos “enganchados” energéticamente. Al perdonar dejamos de reaccionar inconscientemente a las situaciones que vivimos, rompiendo el bucle de acción-reacción. De esta sencilla manera modificamos la vibración de la energía que enviamos al Universo.
Cualquier pensamiento o circunstancia de vida (mala salud, escasez económica, ausencia o malas relaciones personales…) que nos desequilibre negativamente, que nos altere emocionalmente, es susceptible de tratarla con este ejercicio. Con el tiempo lo harás en contadas ocasiones, porque ya habrás sanado todas las situaciones-pensamientos que te anclaban al pasado; pero mientras llega ese momento, vuelve una y otra vez a esta poderosísima práctica. No te canses de hacerla.

Ahora vamos a llenar de contenido nuestras sesiones de trabajo interior.

PLAN DE TRABAJO VIBRATORIO

1º.- Comenzamos nuestros ejercicios de concentración-meditación con “Activando la Unidad”, en la que declaramos nuestra intención de fundirnos en uno con ella.
Hazla, como mínimo, una vez al día siendo la total concentración en lo que lees. Así, leyendo, empiezas a incrementar tu capacidad de concentración. Siente cada una de sus palabras y ábrete, por medio de tu intención, a permitirte ser tomado por la Unidad. De esta manera dejamos claro a la Unidad, y a la mente, nuestro anhelo de fundirnos con ella. Cuando te notes perdid@ en el mundo de la ilusión, falto de fuerzas o desarraigad@, sumérgete en la visualización y déjate llevar por tus sensaciones en esa conexión consciente: te notarás cambiad@ al acabar de leerla.
Hazla todos los días, hasta que dejes de hacerla; así, sin más. En un momento dado estarás en otro nivel vibratorio y no te hará falta para nada. La dejarás como a una muleta que ya ha cumplido su labor.

Mientras trabajas este ejercicio procura asentar los hábitos 1 y 2, que, fundamentalmente, es centrar la atención en tu interior. Estate 2-4 meses (el tiempo es orientativo, cada persona es un mundo) hasta tener establecido firmemente el hábito de “mirar” dentro de ti. No quieras correr en este tema (sería tu ego buscando recompensas). Tómate el tiempo necesario hasta que empieces a disfrutar estando a solas contigo. Cuando lo hayas conseguido, inicias la siguiente práctica, sigas o no con “Activando la Unidad” (yo me tiré más de un año con ella).

2º.- A la vez que haces “Activando la Unidad”, en otra de tus sesiones de concentración, comienzas con “Activando Ida, Pingala y chakras”.
Este ejercicio procura hacerlo en todo momento y circunstancia. Vuelve a él una y otra vez cuando te pierdas en ensoñaciones mentales o cuando no tengas que interactuar con el exterior (esperando en colas, paseando, en el metro-tren-autobús…). Te puede costar mucho realizarlo con los ojos abiertos, pero con la repetición lo acabas consiguiendo (si dudas de ello es tu mente quien te dirige).
Al principio te “perderás” muchas veces, no importa, es lo normal: vuelves a comenzar desde el principio. Da igual las veces que te caigas, lo importante es que te levantes siempre. Con el tiempo se convertirá en tu “refugio” de los ataques de la mente-ego intentando llevarte por su mundo de fantasía; pero, al comenzar con él, tendrás un gran reto: mantener, durante un prolongado intervalo de tiempo, toda tu atención en el ejercicio. Este esfuerzo sostenido desarrollará rápidamente tu concentración y, a mayor concentración, mayor poder de crecimiento adquieres.

ESTE EJERCICIO ES LA CLAVE DE TU CRECIMIENTO ESPIRITUAL. Si lo incorporas a tu día a día, tienes garantizado el éxito en este viaje de cambio personal, porque, aparte de mejorar sustancialmente tu capacidad de concentración, limpias y activas los circuitos energéticos. No escatimes tiempo con esta práctica, es esencial.
También, mientras estás con él, procura hacer unas cuantas veces al día el ejercicio “Activando Sushumna: órbita microcósmica”. Así irás limpiando y energizando la línea Hara, imprescindible para la siguiente práctica.

3º.- Cuando ya hagas con fluidez los nadis, comienzas con «Chakras de luz”.
Al principio, y hasta dominarlo totalmente, haz el ejercicio completo. Cuando realices la parte del planeta y el universo te sentirás diferente, inclusive puede que hasta mal: es tu amor divino, tu amor incondicional, imponiéndose a las capas más profundas del ego-miedo. No te preocupes por esas sensaciones: es una buena señal. Al poco disfrutarás y sentirás una gran alegría al amar al Universo. Esa alegría es la alegría de dar.

Una vez ya puedas hacerla fácilmente con los ojos abiertos en tus quehaceres diarios, te centras en “Saludo a los chakras”, “Conexión Tierra-Cielo” y “Chakras de Luz-aura”. Cuando sientas nítidamente la conexión Tierra-Cielo, pasas a hacer todo el día “Chakras de luz-aura”. Utiliza, en principio el color violeta (irás cambiando, sin darte cuenta, al rosa según se vaya limpiando-elevando tu vibración) y permaneces semanas o meses con él. No tengas prisa en dejarlo: el ejercicio te dejará a ti.

“Chakras de luz” eleva la vibración de nuestra energía al conectarnos con la del Amor Universal, haciendo que la más baja del apego vaya desacoplándose de la nuestra. A consecuencia del aumento vibratorio, incrementamos nuestra sensibilidad y clarividencia, despertándonos del sueño de la ilusión, percibiendo más claramente identificaciones que permanecían ocultas para nuestro nivel habitual de consciencia. Además, va formándose una burbuja energética que nos aísla de la resonancia de la vibración del ego circundante. De esta manera, nuestra “isla personal de amor” no será contaminada por la polución mental de la ilusión que llena este mundo.
Llegará el día en que notarás cómo tienes creada tu burbuja protectora (es tu aura fortalecida por la energía del Amor Universal). En un momento dado, no te hará falta concentrarte en ella para sentirla: sólo con tu intención la percibirás envolviéndote completamente, sin ningún esfuerzo por tu parte. Este es el indicador de que has alcanzado un total control mental que impedirá a los pensamientos ilusorios de la mente-ego llevarte por su mundo. En este punto ya eres el/la soberan@ de tu mundo mental y serás capaz de mantener sólo los pensamientos que desees.

4º.- Tras dominar la visualización anterior, con tu burbuja creada, conviertes los dos ejercicios anteriores (“Activando Ida, Pingala y Chakras” y “Chakras de luz”) en ejercicios de mantenimiento-limpieza, haciendo dos-tres visualizaciones diarias (no te va a llevar más de 1 minuto de reloj por cada una. Yo los suelo hacer a la mañana, antes de salir de casa a trabajar y de la oración al Padre) y, durante el resto del día, te centras exclusiva y permanentemente en “Sintiendo lo que somos: vibración”.

«Chakras de luz» nos conecta a la Unidad, «Sintiendo lo que somos» nos ancla en ella. Cuanto más lo hagas más poderosa y elevada se vuelve tu energía. Si tienes momentos de agobio mental que te impidan sentir lo que eres, haz la “Respiración consciente”. A veces, por estar alterados emocionalmente, la ansiedad por llegar a percibir nuestra vibración nos impide acercarnos a ella. La respiración consciente nos lleva a un estado intermedio, al relajarnos, permitiéndonos disfrutar de lo que somos.

El objetivo de este ejercicio es pasar de la energía mental, que crea la ilusión, a la energía del amor que es nuestra esencia física. Para ello, centramos la atención en la sensación de nuestra energía vibrando. Esta vibración que sentimos es el amor que somos, que permanece siempre conectado al Amor Universal. Este amor “individual” se une, por medio de nuestra atención sostenida, al amor que todo lo llena y del que formamos parte indisoluble. Y en esta conexión recibimos todo cuanto necesitamos para crecer en armonía, según los designios de la Inteligencia Universal que palpita en la Unidad y que te guía cuando tu intención es amar incondicionalmente.
Intenta mantener siempre parte de tu atención en tu cuerpo-energía, a la vez que interactúas con el exterior: así permanecerás unid@ a tu ser y nada de fuera te desequilibrará. Cuando el mundo exterior no reclame tu atención, céntrala en tu energía, en tu amor. Al concentrarte en ella vas desarrollando y fortaleciendo tu vibración, tu luz, a la vez que la sensación de conexión con la Unidad se vuelve más intensa. Notarás cómo el mundo exterior pierde al poder de alterarte, de desequilibrarte, y comienzas a vibrar en una paz y alegría más profundas cada día. También, descubrirás con más facilidad los pensamientos de la mente-ego que te llegan y serás capaz de dejarlos pasar, sin seguirlos, quedándote anclad@ al momento presente.
De esta manera, te vas centrando-viviendo permanentemente en el Aquí-Ahora, el punto de conexión consciente con la Unidad. Y, a partir de aquí, fluyes con la vida, siendo un@ con ella. Habrás dejado de vivir en el mundo de la ilusión, el mundo de la separación, dándote cuenta de que todas las experiencias vividas hasta ahora han sido una amorosa preparación para este momento de conexión plena. Y la luz del amor que irradias elevará la vibración de las personas que se crucen en tu camino, ya que EMANARÁS LUZ DE AMOR DIVINO.

RAZONES PARA ESTAS PAUTAS DE TRABAJO

Si el ejercicio final, y en el que vamos a permanecer todo el tiempo, es el de “Sintiendo lo que somos: vibración”, ¿por qué no empezamos con él directamente y así ahorramos tiempo y esfuerzo?
Si comenzáramos con este ejercicio, lo haríamos durante un tiempo, no mucho, e irremisiblemente lo acabaríamos dejando. ¿Por qué?
Estamos muy llenos de la energía del ego. Esta energía es la que impide, a la consciencia que somos, permanecer en el cuerpo que es su casa. Es decir, el ego nos ha sacado de la casa-cuerpo que habitamos. Llevamos toda la vida fuera de nosotros, de nuestro hogar. Todas las reacciones, decisiones, pensamientos, emociones, actitudes, etc., son una creación de él. Por decirlo de otra manera: estamos poseídos por el ego. Él es quien gobierna nuestra vida y el que “vive” en la energía que somos.
Si empezamos directamente con el ejercicio de “Sintiendo lo que somos”, si intentamos de entrada “vivir” en nuestra casa, el ego (que lleva muchísimo tiempo en ella) nos echaría a patadas. Piensa por un momento la fuerza que puede tener el ego-mente en tu vida. Llevas con él muchos años y le has permitido ser tu dueño y señor. La consciencia que eres siempre ha querido volver a su hogar otra vez (ese es el anhelo que te ha hecho llegar hasta aquí), pero es muy pequeña, es una niña inocente. Y una niña poco puede hacer frente a un adulto embravecido. Así que para poder “entrar a vivir” a nuestra casa, antes hay que limpiarla del ego, de ese poderoso ser-ilusión que nos llena. Y la única manera de limpiarnos de la vibración del ego es elevando la vibración de amor que somos, permitiendo así que la Consciencia Universal pueda “vivir” en nuestra energía.
Para conseguirlo, lo primero que hacemos es pedir ayuda (l@s niñ@s piden ayuda a sus Padres): manifestamos a la Unidad nuestro deseo de ser llevad@s por ella, no por la fantasía que nos vive. Por lo tanto, empezamos “Activando la Unidad”.
Luego, ponemos en forma la energía que somos, movilizando los circuitos y vórtices energéticos de nuestro cuerpo, para facilitar esa unión, “Activando Ida, Pingala y Chakras” y “Activando sushumna: órbita microcósmica”.
Tras haber activado nuestra estructura energética, es cuando conectamos conscientemente nuestra energía a la Unidad por medio de “Chakras de Luz”. Con esta conexión vamos limpiando nuestro cuerpo-energía de la del ego, al recibir la elevada vibración del Amor Universal.
Una vez depurada nuestra energía, creamos una burbuja protectora que impedirá resonemos en la disfunción que nos rodea, por realizar diariamente nuestros ejercicios de mantenimiento.
Limpi@s ya de la mayor parte de la baja vibración del ego (tenemos mucho incorporado y a niveles muy profundos) es cuando podemos descansar en nuestro cuerpo-templo “Sintiendo lo que somos: vibración”. Con este ejercicio, la consciencia fortalecida que ya serás acabará de erradicar cualquier resto de ego agazapado en tu interior.
De esta manera, y día a día, la luz que emana la casa que habita tu consciencia será más intensa, más radiante: TE CONVERTIRÁS EN UN FARO, e iluminarás el camino de aquellos caminantes que buscan el regresar a su hogar.

Este camino, que ahora emprendes, es para toda la vida. Ya nunca volverás a tu antiguo ser: ni querrás ni podrás, porque aquello que aumentas en consciencia nunca lo pierdes. Ese aumento es lo que creces, lo que evolucionas, puesto que la vida es un constante crecimiento, una continua evolución, un perpetuo cambio.
Así que, ahora, herman@, deja que la vida te lleve de su mano, porque, como ya sabes, tú, en realidad, no eres nada ni nadie: sólo eres Consciencia. Permite que todo sea tal como es y relájate, llen@ de paz y confianza, en la energía del amor que te acoge. En esa energía que siempre ha permanecido conectada a la Unidad.

Empieza a caminar y ¡dale caña!, ¡es una maravilla lo que te espera!
Cualquier problema, duda o sugerencia, házmelo saber, por favor.
Cuídate, herman@, y… ¡DALE CAÑA!

Cuando lleves unos cuantos meses trabajando lo aprendido hasta aquí, y disfrutes haciéndolo, es el momento de continuar creciendo:VOLVIENDO AL CAMINO.

El Ser que somos y nuestra misión

Ya tenemos acondicionada la mente al haber trabajado las verdades del artículo anterior y comenzamos a ver la vida de una manera diferente. Ahora vamos a añadir la guinda al pastel mental que hemos cocinado, con tanto cariño, en este rincón de la luz.

Aunque ya te he dado unas cuantas pistas en entradas anteriores, ha llegado el momento de descubrir lo que realmente somos. Quizá te sorprenda, porque somos mucho más hermosos y poderosos de lo que nos transmite esta sociedad en la que vivimos, pero tampoco debe extrañarte: estamos en un mundo dirigido y gobernado por el ego que creemos ser.
Como seres, somos la suma de un cuerpo (energía), que nos permite tener experiencias sensoriales en este mundo físico, y de una consciencia que es la que faculta darnos cuenta de eso que somos

Veamos con más detalle cada uno de estos componentes.

SOPORTE FÍSICO

Hemos visto en el primer artículo de esta web cómo nuestro cuerpo, que parece sólido y compacto, es, en realidad, energía vibrando, creando continuamente aquello a lo que prestamos atención. Es decir, somos seres creadores, somos los arquitectos de nuestra vida, pero la sociedad nos inculca que carecemos de cualquier poder creador, que todo aquello que nos sucede es producto de la buena o mala “suerte”.
Además, en relación con nuestro cuerpo y el Universo físico en el que vivimos, hay un concepto capital que lo cambia todo. Para comprenderlo mejor, veamos la definición de la palabra fuerza. Según la física: “es cualquier acción, esfuerzo o influencia que puede alterar el estado de movimiento o de reposo de cualquier cuerpo. Esto quiere decir que una fuerza puede dar aceleración a un objeto, modificando su velocidad, su dirección o el sentido de su movimiento”.
Sabemos que todo aquello con existencia física en este mundo es energía vibrando, electrones girando en diferente número y velocidad alrededor del núcleo de los átomos. Si los electrones se mueven en torno al núcleo es debido a la existencia de una fuerza que los atrae hacia él, impidiendo se pierdan en el infinito. Esta fuerza, conocida por fuerza electromagnética en el mundo científico, es la que mantiene unido este universo en el que vivimos y la conocemos comúnmente por su nombre de calle: AMOR.

Todo lo que tiene una existencia física ES gracias al amor, así pues, vivimos en un Universo de amor, aunque no lo vemos así. Solo percibimos las partículas girando, lo que podemos medir con los instrumentos científicos. Sin embargo, la esencia de esa fuerza que cohesiona todo es invisible para el mundo de la investigación que busca datos evaluables y contrastables. El amor está, pero es indetectable, aun siendo la causa del giro. Por lo tanto, tu cuerpo, ese instrumento que tienes para desenvolverte en este mundo, es energía vibrando en el amor: eres amor materializado en un cuerpo humano.

Pero ¿de qué amor estamos hablando?

Esta fuerza no piensa, no elucubra, no calcula. Esa fuerza es poder de atracción, de unión, sin establecer diferencias ni condiciones de ningún tipo. El auténtico amor es INCONDICIONAL, es el amor de Dios, es divino. Por el contrario, el amor egóico siempre es CONDICIONAL: “te amo mientras satisfagas las carencias que, como ego, creo tener”. Por eso hay tantas roturas de parejas: los egos se unen entre ellos creyendo amarse, pero el ego y el amor incondicional son incompatibles. Si la evolución de los miembros de la pareja es dispar, tarde o temprano se produce la ruptura. Esta “condicionalidad” del amor egóico se manifiesta en todos los órdenes de la existencia: un padre sería capaz de dar la vida por un hijo, pero no la daría, conscientemente, por el hijo del vecino. Ahora bien, si ese hijo del vecino está suplicando ayuda atrapado en su casa ardiendo, probablemente, esa persona se adentraría en el fuego para salvarle, aun a riesgo de morir. Esto último lo hace sin pensar y, al no pensar, emerge la auténtica realidad que somos: AMOR DIVINO.

Por otra parte, está comprobado científicamente que emitimos luz. No la vemos, es imperceptible para nuestros ojos, sin embargo, la irradiamos. No somos conscientes de ella, pero es nuestra realidad: tú decides cómo lo interpretas, cómo lo vives. No nos vemos como luz, como vibración; nos vemos como materia, como trozos de carne. Esta carne se quedará aquí, convirtiéndose en polvo; la luz que somos se fundirá con la luz universal, con la Unidad, brillando en ella eternamente.

Así pues, nuestro cuerpo es energía de amor vibrando, con la particularidad de estar creando constantemente aquello a lo que prestamos atención, a la vez que irradia ese amor al resto del Universo.
¡Qué pasada!, ¡¿a que sí?!

CONSCIENCIA

Este cuerpo, como todos sabemos, tiene fecha de caducidad. Es el coche alquilado en el que “viajamos” por esta vida y llegará un día en que lo devolveremos. Ahora bien, si nos damos cuenta del cuerpo que habitamos o de los pensamientos que mantenemos, es que hay algo más. Y “eso que se da cuenta” es la esencia de nuestro ser: SOMOS CONSCIENCIA SIENDO CONSCIENTE DEL SOPORTE FINITO QUE HABITA. Esta Consciencia que permite “darme cuenta” de este cuerpo, de mis pensamientos y de lo que me rodea, es la misma que la tuya y la de todos los seres humanos, lo único que cambia es el habitáculo-energía en el que “vive”. Tú provienes de unos ancestros diferentes a los míos o no, pero nuestra auténtica realidad es lo mismo en todas las personas: somos Uno en la Consciencia.
A diferencia del cuerpo, que tiene una etapa de crecimiento y plenitud para luego ir menguando, perdiendo facultades, la consciencia va creciendo de una manera constante, más o menos rápida, según incrementamos nuestra capacidad de concentración. Siempre está evolucionando, desarrollándose en una perpetua expansión.
Además, esta consciencia no tiene entidad física, no está formada por electrones ni átomos, por lo tanto, no pertenece a este universo de energía en el que estamos. Por ello, igual te suena esta frase: “vivimos en este mundo, pero no somos de él”. Tampoco proviene de la mente, que es una forma de energía, ya que los pensamientos que mantenemos cambian la vibración de las ondas cerebrales.

La consciencia es el acto de darse cuenta. Es observar sin pensar, sin calcular: es mirar sin ver. Utilizando un símil gramatical, la consciencia es un verbo, una acción, no un sustantivo como puede ser el Universo o cualquier entidad física. Esta consciencia que somos es testigo y no juzga; observa y no interpreta… sólo ES.

EL SER QUE SOMOS

Podría resumirse en dos palabras: YO (cuerpo) SOY (consciencia). Si deseamos ser más prolijos en la explicación, diríamos que somos seres creadores irradiando luz de amor a este mundo, siendo conscientes de ello. De manera que, somos SERES DIVINOS CONSCIENTES.
Esta es nuestra auténtica realidad como seres: todos somos seres divinos, sin excepción. La única diferencia es si somos o no conscientes de nuestra divinidad, del poder creador que tenemos por nacimiento y del amor que impregna nuestra energía.

La sociedad actual nos aleja de nuestra verdadera esencia al identificarnos por el cuerpo que tenemos, que solo ve como un trozo de carne andante. Nos clasifica y numera como seres independientes para diferenciarnos unos de otros, pero no interpreta los datos científicos como la realidad que nos muestran: la energía de amor que somos tiene el poder de crear.
Además, si tienes cierto recorrido interior, hay una creencia muy extendida en el mundo espiritual que impide alcanzar nuestra auténtica realidad como seres. Esta creencia, auspiciada por el ego resistiéndose a morir, nos dice que vivimos muchas vidas, creciendo y perfeccionándonos en cada una de ellas, para, al final, fundirnos en uno con todo lo que es. Pero nosotros ya somos perfectos tal como somos ahora. Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios (pon otro nombre si éste te incomoda): nuestra consciencia es SU consciencia, nuestro cuerpo el equivalente al Universo (el cuerpo de Dios). Por lo tanto, nada tenemos que perfeccionar, solo abandonar la falsa creencia de considerarnos imperfectos, de haber nacido con el pecado original (ya sabes de qué religión viene esta creencia, ¿no?). Somos seres de luz, seres perfectos, seres divinos, AHORA, tal como somos en este preciso instante.

Por lo tanto, comienza a verte y sentirte (si quieres, claro, ésa es tu libertad) como la realidad que eres: un ser de luz, un ser todopoderoso, transmitiendo amor hacia todo lo que es, hacia todo lo que vibra en este Universo de amor que te acoge.

NUESTRA MISIÓN

Como seres conscientes podemos aprovechar cada circunstancia adversa de la vida para transformarla en una oportunidad de desarrollo y evolución personal. Ahora bien, si queremos “entrenarnos” para crecer de una manera más acelerada, transformándonos en seres más hermosos día a día, debemos trabajar los dos componentes que nos constituyen: la consciencia y el soporte que la acoge.
El desarrollo de la consciencia se produce con el incremento de nuestro poder de concentración. Al concentrarnos en algo amplificamos la percepción de ello, dándonos cuenta de detalles que antes pasaban desapercibidos a nuestros sentidos o nuestra comprensión. Es decir, aumenta nuestra sensibilidad, nuestra capacidad de descubrir matices, volviéndonos seres más despiertos.
Otra de las ventajas del desarrollo de nuestra concentración es el aumento de la capacidad de centrarnos-anclarnos en la paz del ser que somos, sin dejarnos llevar por las emociones de nuestras identificaciones que, normalmente, dirigen nuestras decisiones. De esta manera vamos despertando del sueño que vivimos, creciendo en la consciencia que somos.

Esta forma de trabajo la realiza casi todo el mundo “espiritual” y es la base de la meditación, pero para desarrollarnos armónicamente como seres hay que ejercitar, también, el cuerpo-energía que tenemos, la morada de nuestra consciencia. Para ello solo hay que elevar nuestro nivel vibratorio que, a su vez, aumentará el nivel de consciencia. Al incrementar la vibración vamos despojándonos de los apegos energéticos de la mente-ego, debilitándola. La mente es la que nos pone todas las trabas posibles para concentrarnos. No puede estar quieta, necesita estímulos constantemente para que tenga sentido su existencia. La mente es variedad, cambio, excitación… justo lo contrario de la inmovilidad y paz de la concentración.

Tras llevar un tiempo realizando un trabajo interior en los dos aspectos del ser que somos y haber sentido la conexión consciente con la Unidad, sucede un descubrimiento sustancial. En un momento dado, y debido a nuestra elevación vibratoria, surge en nuestro interior la necesidad imperiosa de darnos a los demás, de entregarnos en amor al planeta-humanidad en el que vivimos. Nos preguntamos: “¿cómo puedo ayudar a este mundo?”. En respuesta a ese anhelo del ser de amor que somos, la consciencia de Dios que habita en nosotros nos muestra el don o los dones que vibran en nuestra energía para compartirlos con los demás.
Esos dones son las características especiales y únicas que tenemos cada uno de nosotros: son los tesoros de creatividad que poseemos para entregar a la humanidad. En unos casos puede ser pintar, componer música, hacer muebles o cuidar plantas; en otros cantar, escribir, sacar fotografías, atender ancian@s o cocinar. Todo aquello que hacemos con facilidad y que, además, disfrutamos haciéndolo son los talentos que vibran en la energía que somos.

Todos los seres humanos somos iguales y diferentes a la vez. La consciencia es la misma en cada uno de nosotros, pero la expresión de la energía de cada cuerpo es individual y todos, absolutamente todos, tenemos uno o varios dones que podemos poner al servicio de la humanidad o del planeta que habitamos.

Cuando das conscientemente estos dones a los demás te conviertes, no solo de palabra, si no de hecho, en un genuino Ser Divino realizando el propósito de tu vida en este planeta. A partir de ese momento sientes en su máximo esplendor cómo el Universo pone todo a tu favor para que consigas el mayor desarrollo de tus dones, de tu creatividad, ya que, en realidad, es la energía de la Unidad la que se manifiesta por medio de tu don. Al dar tus talentos al mundo, te conviertes en un vehículo de transmisión de la energía divina a este universo físico, eres la flauta hueca a través de la cual la Unidad toca su melodía de amor. En esos momentos de creatividad no hay ego, solo la vibración del Universo expresándose a través de tu energía: eres uno con la Totalidad creando por mediación de tu cuerpo.

De esta manera tan maravillosa entras a vivir tu nueva vida, la del Ser Divino que eres, dejando de ser un “buscador/a” para sentir haber encontrado tu “sitio” y misión en este planeta.
¿Que no te lo crees?, trabájate durante un tiempo las prácticas y ejercicios del próximo artículo (sé constante, ésa es la única clave del éxito), Viviendo en la luz: pautas para un trabajo interior”, y me comentas.
Nos vemos allí.
Un abrazo, de corazón.

La reconexión: el regreso a casa

Como vimos en el primer artículo: “… todo aquello que tiene una expresión física en este universo, al estar constituido por átomos, es energía vibrando; todo sin excepción. El Universo es vibración, lo único que varía es la frecuencia de esta, lo “rápido” o “lento” que vayan los electrones. Lo que aparenta ser más sólido vibra a una frecuencia más baja y lo más sutil a una más alta, más rápida. Si calentamos un cubo de hielo se transforma en agua líquida y si la seguimos calentando se vuelve vapor. Es agua en los tres casos, el mismo elemento, pero su apariencia, su estado físico, es diferente porque ha cambiado su frecuencia vibratoria debido a la energía recibida del calor”.

Como el Universo es vibración, podemos decir que existe una vibración universal que engloba todas las demás. De esta manera, entenderemos que todo lo que tiene consistencia física está conectado a esa, y en esa, vibración universal. Esta ÚNICA VIBRACIÓN, que todo lo llena, es la Unidad. Por lo tanto, todos los seres vivos y no vivos formamos un solo Ser en el que vibra la energía del amor. La fuerza de atracción entre los electrones, la que los mantiene orbitando alrededor de su núcleo correspondiente, se la conoce en el mundo científico por “fuerza electromagnética”, pero en el lenguaje de calle se le conoce por AMOR. El amor es el «pegamento» que mantiene unido este universo físico fundamentado en la inclusión: nada puede haber “fuera” de él. Y este amor, al incluir todo sin distinciones de ningún tipo, es INCONDICIONAL: la más alta vibración que existe.

ESTA VIBRACIÓN UNIVERSAL DE AMOR INCONDICIONAL, Unidad, es el “cuerpo” de Dios (pon el nombre que quieras a lo más íntimo y sagrado que palpita en tu interior. Yo, por ejemplo, lo llamo Padre) y su «alma», su esencia infinita, es la Consciencia que vive en ti. Buscando la comparación con el ser que somos, nuestro cuerpo es el equivalente a la Unidad; tu Consciencia y la de Dios, una sola. Así pues, y seguro te suena, estamos hechos a imagen y semejanza de Dios.

Ahora, para meternos en materia, vamos con un cuento.

LOS OKUPAS

Tengo una casa (mi cuerpo-energía, el templo de Dios) grande, con muchas y enormes habitaciones, una piscina olímpica, jardines preciosos y unas vistas maravillosas. Pero ahora, en ella, viven unos okupas: la cuadrilla del Ego.
¿Cómo sucedió esto? Os lo cuento.
Desde muy pequeño he vivido en esa casa, aunque siempre me sentía muy solo en ella. Conocí a un niño de la misma edad que yo, y nos volvimos inseparables. Se llamaba Pensamiento. Nos pasábamos todo el día juntos, jugando y riendo. Yo solo quería estar con él, con ninguno más. Se convirtió en mi mejor y único amigo. Disfrutaba mucho hablando con él, porque era enormemente gracioso y dicharachero. Además, era muy inteligente y yo, en caso de duda, siempre hacía lo que Pensamiento consideraba correcto. Así me quedaba tranquilo, sabiendo que había tomado la mejor decisión.
Al cabo de un tiempo le invité a vivir conmigo: aceptó sin dudarlo. La convivencia era maravillosa, muchas veces no hacía falta ni que habláramos: nos entendíamos con la mirada. Eso sí, de vez en cuando discutíamos, pero al final, invariablemente, acababa dándole la razón: ya he dicho que era muy inteligente.
Pasaron los años y fuimos creciendo juntos en aquella enorme casa. Comencé a trabajar en la ciudad y, cuando tenía algún problema con alguien o debía tomar una decisión importante, le llamaba por teléfono para saber qué podía hacer al respecto. Yo seguía sus certeras indicaciones sin cuestionarlas, ¿para qué?, si era más listo que yo.
Un día me comentó que tenía un amigo al que apreciaba mucho. Me preguntó si podía traerle a vivir con nosotros. La casa era muy grande y a él le haría compañía mientras estaba solo. Se llamaba Dinero y era un buen tipo, me dijo.
Sin pensarlo le contesté que sí. Quería que Pensamiento estuviera feliz, y si él decía que Dinero era bueno, es que era bueno.
Y, efectivamente, con Dinero me lo pasaba muy bien. Había viajado mucho por el mundo y contaba unas anécdotas muy entretenidas que me encantaba escuchar.
Un tiempo después, Pensamiento me anticipó que iba a llevar a otro amigo. Se llamaba Relaciones y estaríamos muy a gusto con él. “De acuerdo”, me dije, “Pensamiento nunca se equivoca”. Este también era majo: no muy hablador y un poco inquieto; pero bien con él.
Fueron pasando los meses y mi gran casa se fue llenando de más amigos suyos: Religión, País, Familia, Estatus… Pensamiento ya no me consultaba si podían o no vivir con nosotros, simplemente aparecía por allí con uno nuevo y se quedaba. La casa parecía ser de Pensamiento, sin embargo, no me importaba: él siempre sabía lo que hacía.
Cada uno de sus amigos era diferente a los demás y, al principio, todo era perfecto; pero luego, su comportamiento empezó a disgustarme: hablaban muy alto entre ellos, discutiendo muchas veces, y se decían palabras muy fuertes. Además, comenzaron a sugerirme las cosas que debía hacer: sacar la basura, poner el lavavajillas, pasar la aspiradora… Ellos parecían los jefes y yo el sirviente. Como me seguía llevando muy bien con Pensamiento, por no buscar conflictos, callaba; pero no me encontraba a gusto en mi hogar.
Según llegaban más amigos de Pensamiento yo me iba sintiendo peor allí. Así pues, un día hablé con él, explicándole los motivos de mi incomodidad. Se rio despreocupado: «Son tonterías. Mis colegas viven encantados aquí, todo marcha sobre ruedas, y es normal tener diferencias en cualquier convivencia. No te preocupes, no veas fantasmas donde no los hay«, me respondió.
Tendrá razón, como siempre”, pensé. Dejé correr el tiempo, esperando se calmara todo, pero mi malestar aumentaba día a día. Se me ocurrió que, para estar todos más cómodos, sería una buena idea llevar a cabo una profunda reforma en la casa: dividir las habitaciones para que sus compañeros tuvieran más intimidad (dormían dos en cada una), poner calefacción de gas (tenía eléctrica y no daba mucho calor), levantar un invernadero a un costado de la piscina (las flores me gustaban cada día más y en invierno los jardines se quedaban muy tristes) y contratar un empleado del hogar. Tenía la certeza de que así me sentiría mucho mejor y me notaba lleno de ilusión, con ganas de empezar una nueva vida en aquella casa.
Cuando le comenté a Pensamiento mis planes se encolerizó, poniéndose hecho una fiera. «¡Ni se te ocurra modificar nada! Mis amigos y yo estamos muy felices así, no hay necesidad de hacer ningún cambio. Si estamos todos bien menos uno, el problema es tuyo, no nuestro«.
Le respondí, chillando, que daba igual de quien fuera el problema. Aquella era mi casa e iba a reformarla completamente: ¡allí mandaba yo, y punto!
Al oír los gritos de la discusión, todos sus amigos salieron del gran salón (estaban viendo una serie de Netflix) y se pusieron de su lado, amenazándome con hacerme daño si cambiaba algo. En ese momento pasé mucho miedo: eran demasiados contra mí y sus torvas miradas mostraban una fuerte determinación. Allí acabó todo: decidí no enfrentarme a ellos.
Actualmente, él y sus amigos viven en mi casa y yo (la consciencia que soy) fuera, perdido en el mundo. Soy un “sin techo”, pero parece que no soy el único: la calle está llena de gente como yo.

Así estamos viviendo: fuera de casa, fuera de nuestro cuerpo. Tenemos nuestra consciencia-atención vagando por el mundo exterior, alimentando esa idea de la separación. Nos notamos separados de los demás, porque todavía no nos hemos unido a nosotros mismos. Cuando dejemos de estar divididos y seamos conscientes del templo que habitamos, entonces seremos conscientes de los demás, percibiendo cómo en todos nosotros vibra la misma energía.
Si ansías volver a casa, para ponerla a tu gusto y vivir feliz en ella, sigue leyendo y descubrirás el camino a seguir.

LA RECONEXIÓN: EL REGRESO A CASA

Venimos a este mundo conectados a la Unidad. Supongo que no te acordarás, pero cuando eras un bebé no “sabías” nada. No te sentías separado, ni distinguías entre “yo” y lo demás. No anticipabas lo que pudiera sucederte ni perdías un instante en recordar qué habías hecho el día anterior: eras un bebé. Vivías momento a momento, con toda tu atención en ese colgante suspendido en la cabecera de tu cunita o en la amorosa sonrisa que te dedicaba tu amatxu. En tu mundo no existía nada que no fueras tú: estabas conectad@ a la Unidad.
Si quieres recordar lo que eras, fíjate en cualquier bebé o niñ@ menor de 2 años y sabrás de qué te estoy hablando.

LA SEPARACIÓN
Según pasan los años, y se incrementan tus facultades mentales, comienzas a pensar y, al verte constreñid@ en un cuerpo individual, te identificas con él: “yo soy este cuerpo y lo demás NO soy yo”. Ya estás separad@.
Con tu desarrollo intelectual los pensamientos absorben tu atención y empiezas a soñar despiert@. En función de las circunstancias de vida que experimentas, te imaginas un posible futuro o revives hechos y situaciones del pasado. También adquieres la costumbre de interpretar las situaciones vividas en función de ese “yo” particular y separado. Según los resultados de estas interpretaciones y de lo que te dicen los demás (en especial tus padres), vas añadiendo atributos a eso que crees ser: “soy impaciente”, “soy tranquil@”, “no tengo fuerza de voluntad”, “tengo mucha confianza en mí”… Ya estás viviendo en la ilusión creada por la mente, considerándote la suma de las virtudes y defectos que crees tener. Ya has perdido la conexión con la que “llegaste” a este mundo. Tu “Ser” se reduce a una suma de conceptos y juicios mentales: te has convertido, nos hemos convertido, en una mente con piernas.
A partir de aquí, comenzamos a cargarnos de identificaciones con aquello que creemos forma parte de nosotros, de nuestro “yo”: padres, hermanos, religión, país, pareja, trabajo, hijos…, con sus correspondientes apegos. Cada apego es un “trozo” de nuestra energía desviada a aquello con lo que nos identificamos, uniéndonos energéticamente a ello. La suma de todas estas identificaciones, y sus apegos correspondientes, es lo que forma el ego: ese personaje ficticio que nos creemos ser. De esta manera, nuestra energía principal (estado de ánimo) se divide, convirtiéndose en la suma de todos los apegos que mantenemos. Ya hemos perdido nuestra paz y libertad interiores, al depender de algo externo a nosotros. Todo esto se traduce en una energía de baja vibración (fíjate en el mundo que nos rodea y te darás cuenta de ello), sinónimo de escasa sensibilidad.
Además, este ego nos genera una intranquilidad de fondo, producto del miedo a la muerte (nacido de la identificación con el cuerpo que habitamos), haciendo descender, aún más, nuestro nivel vibratorio. Debido a esta baja vibración, somos incapaces de percibir la apertura existente en nuestro corazón (contempla a este bebe que te mira y verás un corazón abierto a ti) y que nos conecta a la energía que llena este universo físico. Esta apertura es el amor incondicional vibrando en nuestro cuerpo-energía y, debido a nuestro ego, no podemos conectarnos a él, no podemos sentirlo.

LA RECONEXIÓN
La única forma de volver a sentir esa apertura en nuestro interior es liberándonos de las cadenas que nos mantienen atad@s a esas identificaciones ajenas a la realidad que somos. Con cada apego que desterremos de nuestra energía, experimentaremos dolor porque nuestra vibración cambia en el momento de esa ruptura energética; pero al poco vibramos en una frecuencia más alta, al “recuperar” la energía desviada a esa identificación. Es como cuando llueve: durante unos días el agua de los ríos fluye sucia, arrastrando barro y piedras. Al poco, esas aguas las vemos más transparentes y limpias que antes, al haberse barrido el fango del cauce.
Tras alcanzar cierto nivel vibratorio, por habernos librado de más apegos, llega un momento en que advertimos un cambio en nuestra consciencia personal, sintiéndonos unidos a algo que trasciende nuestro cuerpo y, al mismo tiempo, forma parte de él. Antes de llegar a este punto, experimentaremos una gran conmoción interior al darnos cuenta de que todo el mundo va por el camino equivocado menos nosotros (“¿soy el único cuerdo en este mundo de locos?”, pensaremos). Acompañando a este descubrimiento intelectual, gracias a las experiencias que nos regala el Universo, sufrimos un desgarro en nuestro interior, en nuestra energía, al liberarnos del apego más profundo que tenemos. Esta fractura interior lleva asociado un fuerte cambio vibratorio, produciéndose una crisis total. Nos sentimos morir y, efectivamente, es una muerte: la de nuestra identificación con el ego. En estos momentos (pueden durar meses) nos vemos solos y desamparados en este mundo, abandonados por todo y todos. Es como una travesía por el desierto.
¿Qué ha sucedido? Nuestra energía, hasta entonces vibrando en la energía del mundo del ego, se separa de ella, uniéndose a algo, no muy definido todavía; pero diferente a todo lo conocido hasta entonces. Esta separación de la energía egoica, que nos daba la fuerza que creíamos tener, nos deja exhaustos, vacíos: muertos.
En realidad, experimentamos un renacimiento: abandonamos-morimos en el mundo de la ilusión de la separación, el mundo de la mente-ego, para renacer en otro. Este, físicamente, es el mismo que conocemos, pero diferente para nosotros porque, ahora, estamos vibrando en la frecuencia del amor incondicional y todo lo vemos desde una perspectiva totalmente nueva e integradora. Con el tiempo, esta sensación, difusa en un principio, se va afianzando; volviéndose más nítida y clara, sintiéndonos llenar, día a día, de una energía vibrante y poderosa.
Aquí ya somos conscientes de nuestra conexión con la Unidad: YA ESTAMOS RECONECTADOS.

La conexión con la Unidad es la unión de nuestros circuitos energéticos a la energía del Amor Universal que todo lo llena, permitiéndola vibrar en nuestro ser. Para ello, hay que desprenderse de la energía de los apegos egoicos que nos impiden realizar esa conexión. Una vez liberados de estos apegos podremos ser conscientes de esa unión, podremos sentirla en nuestro ser, al aumentar nuestra sensibilidad por esa limpieza efectuada.

TU NUEVA VIDA
A partir de este momento entramos a una nueva vida. Nos sentimos llevados por una inteligencia y poder inmensos, en los que palpita constantemente un ilimitado amor lleno de dulzura, como una Madre Divina acogiéndonos en su infinito regazo de amor.
Descubrimos cómo todo lo que vivimos en este “dejarse llevar” es para nuestro mayor crecimiento personal. Van aflorando a nuestra consciencia, en forma de situaciones de vida, todas las identificaciones que podamos tener: hijos, padres, seguridad económica, tener razón, la opinión de los demás… y, por último, los pensamientos, que es nuestra mayor identificación. Nos libramos de esas identificaciones-apegos al ir aumentando nuestro nivel de consciencia, convirtiéndonos en seres más sensibles, debido a la elevación vibratoria que experimentamos.
Sufrimos con la liberación de cada apego, pero nos damos cuenta de que ese dolor es sinónimo de crecimiento. Con esta comprensión, vivimos en la gratitud constante a la vida por las maravillosas oportunidades que nos regala para irnos desarrollando de la manera más armónica posible. De esta manera, experimentamos un crecimiento sostenido y equilibrado de nuestra evolución-consciencia personal.
A consecuencia de vivir en esta gratitud cambia nuestro estado de ánimo, enviando al Universo energía de más alta vibración y, por lo tanto, recibimos situaciones de vida acordes a esa nueva vibración. Estas nuevas circunstancias que vivimos nos darán más motivos para seguir agradeciendo, llenándose nuestra vida de más y más luz. Todos las dificultades que “creemos” tener se van diluyendo, dejando de vivir en un mundo de problemas y entramos a una nueva vida llena de oportunidades para crecer.

También percibimos cómo nuestro intelecto se agudiza, extrayendo conclusiones claras, sentidas como verdaderas, de las situaciones que vivimos. Discernimos, instantáneamente, lo real y la ilusión mental.
Como resultado del trabajo interior con los chakras (“Activando nadis y chakras”, “Chakras de Luz”), equilibramos y fortalecemos su vibración, consiguiendo mejorar el tono físico de nuestro cuerpo (nos sentimos rejuvenecer), a la vez que desarrollamos las cualidades inherentes a cada vórtice de energía: aumento de la seguridad y fortaleza interior, florecimiento de nuestra creatividad, desarrollo de la fuerza de voluntad, mejora sustancial de la autoestima, incremento notable de nuestro poder de comunicación, de la clarividencia y de la compasión. Así comienzas a alcanzar tu mejor versión personal, expresando todo tu potencial.
Además de lo anterior, el mayor beneficio de esta reconexión es el acabar convirtiéndote en un ser autónomo, que no separad@. No te hace falta nadie ni nada, para ser feliz. Sientes que lo tienes todo: nada le falta ni le sobra a tu vida. No anhelas, tampoco, ningún tipo de maestr@-guía exterior, ya que todas las respuestas a tus preguntas afloran en tu consciencia, puesto que esa reconexión, también, es conectarte a la consciencia de Dios que palpita en ti, convirtiéndote en el/la maestr@ que eres.

Y a partir de aquí, si quieres (que querrás), estarás preparad@ para darte al mundo de una manera más intensa, expresando el don o los dones que atesoras. Pero esto es el siguiente paso en tu crecimiento personal. Ahora, vamos a llegar a esta reconexión.
En los tres siguientes artículos descubrirás cómo.
Nos vemos en “Acondicionando la mente”.

Un abrazo, de corazón.

El ego: nuestra creencia fundamental

Ya hemos visto qué es una creencia, cómo se forman y sus características fundamentales. Ahora vamos a conocer nuestra creencia fundamental, el ego, pero antes de meternos con él y para entenderlo mejor, vamos a comentar la pregunta del millón: ¿qué somos realmente como seres vivos?

LO QUE SOMOS REALMENTE

Sabemos que somos energía vibrando, a la que llamamos cuerpo, y que esta energía (creadora) la dirigimos con nuestra atención. Pero si nos damos cuenta del cuerpo que poseemos o de los pensamientos que mantenemos, es que hay algo más. Y “eso que se da cuenta” es lo que realmente somos: consciencia infinita siendo consciente del cuerpo que habita. Esta consciencia que faculta “darme cuenta” de este cuerpo, de los pensamientos y de lo que me rodea, es la misma que la tuya y la de todos los seres humanos, lo único que cambia es el cuerpo-habitáculo en el que “vive”. Tú provienes de unos padres y ancestros diferentes a los míos o no, pero nuestra auténtica realidad, lo que es eterno en nosotros, es lo mismo en todas las personas: somos Uno en la Consciencia.

Debido a la evolución de la vida en este planeta llegó un momento en que nació un ser consciente de sí mismo, al que llamamos ser humano, y es el que tiene colonizado este planeta. Es decir, esta consciencia que somos ya la tenemos «instalada» en nuestro cuerpo físico: somos seres conscientes por naturaleza.
Este ser humano consciente tiene una facultad única: la de pensar. Con ella viene unida la capacidad de imaginar y aquí es donde esta consciencia comienza a confundirse, creyéndose ser aquello que imagina, aquello que piensa, «olvidándose” de que es consciencia. Esto se llama identificación (creer ser algo que no es) y es el comienzo del dolor, pero eso lo comentamos luego.
La primera identificación es con nuestro cuerpo, nos creemos ser él y, al vernos físicamente separados, nos consideramos seres individuales, independientes de los demás: “Este cuerpo soy yo y ese cuerpo eres tú, luego somos dos”. Ya estamos separados.
Luego, según vamos creciendo, y con el desarrollo del cerebro, esta consciencia fortalece su identificación con la mente y los pensamientos, creyendo ser la voz pensante de la cabeza: “Pienso, luego existo”, dijo Descartes, en su Discurso del método de 1637.

A partir de aquí esa consciencia se pierde en el mundo de la forma, en el mundo de lo que parece evidente, pero que no es real por tener fecha de caducidad. Solo lo eterno, lo inalterable, lo que no tiene principio ni fin es lo verdadero: la Consciencia Universal. Todo lo demás aquí lo dejamos cuando abandonamos este cuerpo, pero ya me estoy desparramando. Sigamos con el ego.

 

EL EGO

Debido a la identificación con nuestro cuerpo y nuestra mente, ya desde la niñez comenzamos a forjarnos una idea de lo que somos en función de los pensamientos que mantenemos en respuesta a las experiencias que vivimos. Además, se van añadiendo los comentarios, ideas e interpretaciones-creencias de las personas que nos guían en la infancia (generalmente nuestros padres), plantándose la semilla del ego en nuestro interior, creyéndonos ser aquello que nos dicen que somos. Si te han repetido de pequeñ@: “Eres tont@”, tendrás un concepto de ti muy diferente a alguien que a la mínima oportunidad le decían: “¡Pero qué inteligente eres!”.

El ego es un concepto mental, una idea: una creencia que tenemos acerca de lo que somos. Es hijo de la mente y sin pensamientos no hay ego. Solo son pensamientos, pero nosotros le damos la fuerza de la realidad al creernos ser lo que pensamos acerca de nosotros.
Todas las etiquetas que te pongas para definirte: “Soy una persona activa, cumplidora, un poco impaciente, con un gran fondo humano”, por ejemplo, es ego. Tú eres una vibración, no una definición.

Aparte de lo anterior, el ego son también todas las ensoñaciones no conscientes, esos pensamientos imperceptibles, pero que nos provocan una emoción que sí sentimos. Esta emoción que experimentamos nos hace reaccionar ante los acontecimientos que vivimos y esta reacción también es ego. Es lo que nos hace decir: “Soy así, no puedo evitarlo», cuando respondemos automáticamente a un acontecimiento de nuestra vida.
Esa voz de la cabeza que nos dice qué tenemos que hacer, cómo nos tenemos que comportar, qué tenemos que pensar… Esa voz que te ordena, chilla, se enfada, llora… ese parloteo mental es el ego viviendo en ti.
Inquietud, impaciencia, angustia, miedo dolor, ira… es ego. En este caso, es la reacción de tu cuerpo a los pensamientos que le envía esa ilusión que crees ser “tú”. Así pues, esa es la energía del ego vibrando en el ser que eres.

CARACTERÍSTICAS FUNDAMENTALES

IDENTIFICACIÓN: la raíz de la separación

Identificación es dar sentido del “yo” a algo diferente a la consciencia que somos. Empezamos con “nuestro” cuerpo, luego “mis” pensamientos y posteriormente, según crecemos, van aumentando en número nuestras identificaciones: padres, herman@s, amig@s, pareja, hij@s, etc., todo aquello que nos cree sentimiento de pertenencia, como si fuera nuestro, como si fuera “yo”. Nos identificamos con un país, un partido político, un club de fútbol, un trabajo, un estatus social, una postura mental (defendemos nuestra “verdad” como si nos fuera la vida en ello), etc.

También nos identificamos con los «papeles» que representamos en esta vida. Si tienes hij@s seguro que representas el papel de padre/madre y esperas de ellos que actúen según su «papel»: «te deben» respeto por ser tus hij@s. Si no lo hacen te encolerizarás, ya que para tu ego no se están comportando de acuerdo con el rol que les ha adjudicado. Hay infinidad de «papeles» que representamos: el de pareja, jefe/a, trabajador/a, herman@, amig@… A cada papel le asignamos obligaciones y derechos, unos códigos de conducta, y si alguien se los salta nuestro ego reacciona con lucha o enfado para restablecer el orden perdido.

Todo aquello con lo que nos identificamos nos da un valor como persona, de manera que si cambia o desaparece algo de ello experimentamos un fuerte dolor. Es como si el hecho de ser abandonados por nuestra pareja, aparte del dolor de la separación, nos quitara valía personal, haciéndonos sentir ser menos el que rebatan una idea mía me haga considerarme disminuido como ser inteligente. De esta manera, al identificarnos con algo que suponemos como “mío-yo”, surge el apego a ello. El apego, en este caso, es sinónimo de dependencia: dependemos de aquello con lo que nos identificamos.

De esta manera perdemos nuestra libertad personal. Ya no somos solo esa consciencia que habita en nosotros, sino la suma de lo que creemos ser: padres, hijos, pareja, el club de fútbol del que soy hincha, el estatus económico y social que mantengo, el partido político con el que simpatizo o el país en el que vivo… Y nos pasamos la vida intentando mantenerlo todo en equilibrio, que nada cambie a peor o desaparezca porque entonces experimentaremos un dolor directamente proporcional al grado de identificación con ello. Hay hinchas de fútbol que cuando pierde el equipo de sus amores están varios días cabizbajos y tristes. A otros les dura la frustración el tiempo que tardan en tomarse un café. Son diferentes grados de identificación y, por lo tanto, diferente intensidad de dolor por la pérdida-cambio, pero en ambos casos la identificación es sinónimo de dolor.

A nivel energético, el apego es la energía que damos a lo que consideramos como «yo»: nos unimos energéticamente a aquello con lo que nos identificamos. Identificación y apego son las dos caras de la misma moneda y siempre es un desvío de nuestra energía, de la energía que somos. Es una “pérdida” energética que sufrimos por mantener viva una idea mental, una creación de la mente.

Esta identificación (esta separación entre «yo» y lo demás) es la que nos hace vivir en un mundo de países, culturas y religiones diferentes, a menudo enfrentadas, ya que el ego necesita conflicto para reafirmarse, para sentirse vivo. Al ego la paz le resulta indigesta y pesada, con poco atractivo. Siempre busca retos, desafíos, metas… tiene que estar constantemente haciendo algo para no sentir el miedo que le atenaza.

Esta inquietud que nos acompaña siempre, este desasosiego constante, en realidad es el miedo a la muerte del ego. Como está identificado con el cuerpo que tiene y sabe que tarde o temprano va a morir, para evitarlo se inventa cuentos maravillosos, haciéndonos creer en reencarnaciones y en la evolución del alma, de vida en vida, buscando la perfección divina. Pero no son más que ilusiones del ego resistiéndose a morir, intentando ser inmortal, cuando, en realidad, al fallecer termina la ilusión que creemos vivir, uniéndose la consciencia que somos a la consciencia universal. Así que, disfrutemos de este tiempo en el que podemos gozar de este maravilloso cuerpo que nos sustenta y que permite llenarnos de la fragancia de una flor o de la risa alegre y juguetona de un/a niñ@. Pero bueno, sigamos con nuestro amigo el ego, que me estoy yendo otra vez.

JUZGAR-COMPARAR

Para marcar los límites de su «individualidad», el ego está constantemente juzgando y comparándonos con los demás. Se fija, normalmente, en las diferencias que nos separan, haciéndonos sentir bien-mal según los resultados de dicha comparación. Además, etiqueta a las personas en función de ese resultado, siendo nosotros el punto de referencia: “Marian es muy inteligente” (porque ha demostrado una “chispa” que no tenemos), “Ander es un engreído” (no es “tan” humilde como nosotros).

También nos juzga en función de un ideal de persona que crea para desenvolverse en este mundo. Cuando no hacemos las cosas en función de ese modelo nos regaña más o menos intensamente según lo fuerte que sea nuestra identificación con él. Es como si tuviéramos un juez y verdugo interior que nos castiga de manera inmisericorde cuando cometemos un error, sin poder escapar de él.

Por último, el ego siempre está clasificando las situaciones de vida en buenas o malas. Si algo ocurre que le acerca a lo que desea, se alegra; cuando, por el contrario, lo que sucede no le gusta se enfada con la vida, con los demás o contigo si te considera responsable de algo. El caso es que está siempre interactuando con el mundo exterior y su alegría o tristeza depende de la valoración-interpretación que haga de esa experiencia vital.

RESISTENCIA

Es la no aceptación de lo que está viviendo, negando lo que ocurre: “Yo no debería estar pasando por esto. Es muy duro, es injusto”. Aquí nace la negatividad que lanzamos al mundo.

El ego echa la culpa a los demás (sea la vida en general, las personas o situaciones que vive), por no ser como a él le gustaría que fueran. Y son los demás (la vida también) los que deben cambiar, cosa que espera lograr enfadándose, consiguiendo justo lo contrario, ya que esa energía negativa del enfado revitaliza la situación que detesta.

Esta resistencia frente a lo que sucede, es lo que lleva al ego a reaccionar en contraposición al actuar.
Actuar frente a un hecho o circunstancia de la vida significa que la respuesta que damos a esa situación viene dada desde la independencia emocional, desde la inteligencia pura: “Me acabo de enterar de que cierran la empresa. Nos echan a todos, ¡qué pena! No hay tiempo que perder, voy a empezar a mandar curriculums”.

Reaccionar es dejarnos llevar por una respuesta emocional a lo que vivimos en un momento dado. Esa emoción, que nos hace responder así, es el apego del ego a esa realidad que ahora se encuentra amenazada por esa situación de vida: “Hoy me han dicho que cierran mi fábrica. Nos echan a todos. ¡Ya decía yo que eran unos inútiles los jefes: no saben llevar una empresa! ¡Hoy me emborracho!”. Es decir, sin ego no hay reacción.

Al reaccionar frente a algo exterior (quejarse es una forma de hacerlo, inclusive del tiempo que hace hoy) o interior (reaccionamos también a los pensamientos que tenemos: hay pensamientos que nos “duelen”), el ego siente que se reafirma, adquiriendo más “vida”. Esta reacción constante, generalmente negativa, es la creadora de nuestro estado de ánimo, que es la energía que emanamos al universo y, por lo tanto, es la energía que nos devuelve. Al recibir situaciones “negativas”, reaccionamos con más negatividad, perpetuando aquello que no queremos vivir. La única forma de romper este círculo vicioso, en el que vive la inmensa mayoría de la gente, es por medio del perdón. Aquí te dejo un enlace que te permitirá liberarte de las cadenas que te atan al pasado: ejercicio del perdón.

EL EGO Y EL CRECIMIENTO PERSONAL

El ego es nuestra mayor identificación, alrededor de la cual hemos organizado nuestra vida. Desechar esa idea, es volver a comenzar otra vez, es un renacimiento, y esto nos genera mucha incertidumbre, mucha inseguridad, ya que abandonamos el mundo conocido, el de la forma, el exterior, para adentrarnos en nuestro mundo interior que, para la mayoría de la gente, es un lugar totalmente desconocido. De esta manera comenzamos a descubrir aquello que siempre hemos sido, pero que esa ilusión mental nos impedía ver.

El cambio personal, fundamentalmente, es liberarse de las identificaciones con lo que no somos. Esta liberación conlleva dolor, porque ese sufrimiento es la ruptura de la conexión energética (apego) que habíamos creado con lo identificado. Nos sentimos como si nos arrancaran la piel, rotos por dentro (imagínate como te deja una ruptura sentimental), ya que nos desprendemos de algo que consideramos forma parte de nuestro ser. Como el ego no quiere sufrir, no quiere ser “menos”, va a luchar con todos sus medios para que nada cambie y no sentirse más “pequeño”. Por este motivo se convierte en el principal enemigo del crecimiento personal.

Por otra parte, si no hay dolor no hay cambio. Dejará de dolerte, dejarás de sufrir, cuando ya no estés identificad@ con nada ni nadie, cuando te des cuenta de que eres sólo Consciencia. Mientras llega ese momento, la mente-ego te va a poner todas las zancadillas que pueda para que no la abandones retirando tu atención inconsciente de ella. Te hará sentir mal, diciéndote que te equivocas, que ese no es el buen camino, que te dejes llevar por ella, que no es bueno sufrir, que no te encuentras bien… bla, bla, bla.

Cuanto peor lo pasas mayor crecimiento experimentas, ya que más energía había “desviada” a ese apego que ahora abandonas. Es como una herida (energética) que debe supurar, así que cuando sufres es porque estás creciendo como ser consciente.
La forma más rápida de crecer, de evolucionar, es amar ese sufrimiento que padeces. Esto es difícil de hacer al principio, pero cuando lo hagas notarás como lo atraviesas, separándote de él. Sientes tu dolor, pero ya «no eres» ese dolor: ya no estás identificado con él. Además, esta energía, que antes estaba “perdida” en el apego a aquello que considerabas eras tú, vuelve a ti. De esta manera te vas convirtiendo en un ser más poderoso, con más energía vital, más profundo.

No cedas a la desesperación que vas a vivir. No creas que te estás volviendo loc@ por sentirte sol@ (te llegará esta sensación, no lo dudes) en este mundo enfermo. Ese sentirte sol@ es una buena señal, porque es el único modo de hallar lo que realmente buscamos todos los buscadores: encontrarnos a nosotros mismos.
Este camino de descubrimiento personal siempre es un camino solitario, nadie lo puede recorrer por ti. Pero cuando descubres lo que realmente eres ya nunca más te sentirás sol@ porque vivirás conectad@ a algo tan amoroso, intenso y acogedor que las palabras no le hacen ninguna justicia. Además, aunque parezca una paradoja, te darás cuenta de que nunca has caminado sol@, que siempre has sido llevad@. Pero bueno, esto lo irás sintiendo si no ha sido así hasta ahora. Vas a elevar tu vibración y toda elevación energética conlleva un cambio de creencias y un aumento de la clarividencia. Solo es cuestión de tiempo que te des cuenta de ello.

NOTAS PRÁCTICAS PARA CRECER:

  • Ama tu ego, porque siempre estará contigo. Es la energía que nos rodea por todos los lados, es la energía que mueve este mundo. No luches contra él, no intentes eliminarlo, porque entonces lo estás vivificando con tu atención. Lo único que puedes hacer es darte cuenta de que estas siendo vivido por el ego, no por el amor. Para ello estate muy atent@ a tu estado interior. Esta es la clave: ¿cómo te sientes?, ¿qué pensamientos te llegan?, ¿son pensamientos que te transmiten paz o te generan lucha, desasosiego? Si te sientes bien, perfecto, estás en el amor. Si te notas embarullada, indeciso, rencorosa, impaciente, lastimero… estás con el ego-mente.
    El darse cuenta es el primer paso para poder amarlo. Una vez que lo amas, como podrías amar las travesuras de un niño pequeño, empiezas a desidentificarte de él, separándote de la ilusión que guiaba tu vida. Y, en este momento, comienzas a crecer.
    Si normalmente tienes mucho “ruido” mental y te resulta difícil dejar de “pensar”, empieza con este ejercicio de concentración maravilloso que, además, limpia y equilibra tus chakras de vibraciones inarmónicas: activando nadis y chakras.
  • Ama el ego de los demás. El ego tiende a reaccionar con el de los demás y, a no ser que tengas un gran autocontrol, acabarás enredado en su energía. Cuando interactúes con alguien estate atent@ a cualquier aparición de malestar en tu interior: ira, culpa, abatimiento, debilidad… Esas son las emociones creada por tu ego al reaccionar a la energía que envía tu interlocutor/a. Cuando te notes que empiezas a alterarte, centra tu atención en la respiraciónTe equilibrará instantáneamente, pero hazlo cuanto antes para no dejarte llevar por la fuerza de la emoción egoica.
  • Todo aquello que no sea paz es ego viviendo su sueño a través tuyo. El ego, como hijo de la mente que es, siempre está soñando, imaginando y recreándose en acontecimientos pasados o situaciones futuras: «Cuando llegue al trabajo seguro tengo bronca con el tonto ese de Ander”, «¡Qué bien me lo pasé ayer cenando con Marian!». La mente es lo que tiene: solo puede vivir en el pasado o en el futuro. El momento presente se le atraganta porque no puede controlarlo, es lo que es y no lo puede cambiar, por eso huye de él. Así que, si no sientes la paz en este momento es porque estás viviendo el sueño (de lucha) del ego-mente.
    Cuando te descubras cabalgando por los caminos de la ilusión, si te atropellan los pensamientos, DETENTE… inspira… espira… Se consciente de tu cuerpo, siente tu vibración, tu energía, y permanece ahí todo el tiempo que puedas. Una y otra vez.
  • ¿Prefieres tener paz o tener razón? Tú elijes, momento a momento, la vida que quieres llevar. Al ego le encanta tener razón, al amor tener paz. Puedes tener razón y saber que la tienes, pero no luchas por convencer, sólo expones tu verdad, compartiéndola. Lo que hagan los demás, aceptarla o no, es secundario, no es tu problema.
    Intenta vivir con total desapego a cualquier postura mental. Vive sin tener opinión, todo es como es: no hay nada que opinar, no hay nada que interpretar.
  • «Yo no tengo problemas, es mi ego quien los tiene«. Recuerda esto en aquellos momentos que te notes «llevado» por el dolor, la ira, el reproche, la debilidad… Así te vas separando de él, desidentificándote, por medio del «darte cuenta» (sinónimo de crecimiento de la consciencia) de que tú no eres ese ego chillón o lloroso que a veces te posee.

Nada más por hoy. Te mando un fuerte abrazo, de corazón y el deseo de que tu vida se llene de la paz, el amor y la alegría que eres.
Nos vemos en «Creencias: el cambio».

Los pensamientos: energía en movimiento

Según la Wikipedia: «El pensamiento es la actividad y creación de la mente; dícese de todo aquello que es traído a la existencia mediante la actividad del intelecto. El término es comúnmente utilizado como forma genérica que define todos los productos que la mente puede generar, incluyendo las actividades racionales del intelecto o las abstracciones de la imaginación; todo aquello que sea de naturaleza mental es considerado pensamiento, bien sean estos abstractos, racionales, creativos, artísticos, etc.»

Y también: «El pensamiento se podría definir como imágenes, ensoñaciones o esa voz interior que nos acompaña durante el día y en la noche en forma de sueños». La estructura del pensamiento o los patrones cognitivos son el andamiaje mental sobre el que se conceptualiza la experiencia o la realidad”.

Ahora que ya conocemos la definición de pensamiento, vamos a ver sus clases y características para ser conscientes del inmenso poder que tienen. De esta forma podremos convertirlos en nuestros aliados.

 

 

CLASES

Hay dos clases de pensamientos: creativos y ensoñadores.

Los primeros nacen de una intención, buscamos un fin con ellos: «voy a pelar esta cebolla para preparar una tortilla de patata«. Aquí somos conscientes de tenerlos y ejercemos el control sobre ellos, ya que pensamos con una intención determinada.

Los ensoñadores son aquellos que nos vienen cuando no estamos atentos y dejamos vagar la mente sin ningún propósito. Nos abandonamos en estos pensamientos sin ningún control por nuestra parte. Aquí no hay intención de obtener un resultado concreto, sino que estamos “viendo” una película creada por ellos.

Hasta aquí va todo bien. Empezamos a vivir en la ilusión cuando nos creemos que esos pensamientos son verdad, cuando damos por ciertas las ensoñaciones que nos presentan: «seguro que están pensando en echarme del trabajo, porque el jefe me mira mal últimamente» o «ese bulto que me ha salido en el pecho puede ser algo malo». Es decir, “vivimos” la película creada por ellos, siendo, generalmente, nuestras compañeras de viaje el miedo y la ansiedad.
También puedes imaginar cosas bonitas, como en la velada que vas a pasar con esa persona amada o la sonrisa que pondrá tu hija pequeña cuando abra el regalo que la has comprado. Al imaginar esto, tu ser, tu energía, se llena de alegría anticipada, pero ni lo uno ni lo otro es real: estás viviendo, en ambos casos, películas creadas por tu mente gracias a los pensamientos. Lo único cierto es que quieres hacer una tortilla de patata, para ello vas a picar una cebolla y punto: no hay más misterios. Lo demás son «pajas mentales», es ilusión, así que pica con total concentración la cebolla (aunque te lloren los ojos), para que tu mente no te lleve por el mundo de los sueños y, si esto sucede, vuelve una y otra vez al aquí-ahora, al cuchillo y a la cebolla.

Si no puedes volver al aquí-ahora, sigue leyendo.

Todo pensamiento que mantengas en tu interior debe tener una intención, porque esa intención es tu libertad. Si mantienes pensamientos sin ningún propósito, es decir, dejas vagar la mente por hipotéticos problemas que «crees» puedas tener, ahora o en el futuro, o te solazas con agradables-desagradables recuerdos, estarás viviendo en el mundo de la mente, perdido en una ilusión (tus pensamientos), que parece real, pero no lo es. En este caso habrás dado el mando de tu ser a algo que no eres tú.
La mente es un maravilloso instrumento cuando está a tu servicio, pero ahora has permitido, con tu inconsciencia, que se convierta en tu dueño y señor. Y la mente es un buen siervo, pero un tirano como amo.

CARACTERÍSTICAS

1.- Los pensamientos ensoñadores que tienes no son tuyos: tú solo eres consciente de ellos.
Fíjate en cómo se van acercando a tu punto central de consciencia, tienen su momento de máximo esplendor-atención por tu parte y luego se difuminan hasta aparecer otro pensamiento, que igual está relacionado con el anterior o no, llevándote por su nuevo camino. Mira cómo entran y salen de tu campo de consciencia. Si adviertes esto, ¿qué sucede?: que tus pensamientos van por un lado y tú por otro, como si estuvieras «viendo» (no “viviendo”) una película.
Ahora bien, si empiezas a creer que son verdad los pensamientos que tienes, dejándote llevar por las emociones que generan en ti, entonces ya estás soñando otra vez. Has dejado de darte cuenta de los pensamientos, has dejado de ser el observador-espectador de la película, para convertirte en el protagonista de esta. Una película en la que el director y el guionista son tus incontroladas emociones creadas por los pensamientos que llegan a tu campo de consciencia. Aquí estás soñando tu vida, aquí vives en un mundo paralelo al real: el mundo de tu mente. En este momento ya no puedes “dejar de pensar”, ya estás metid@ en la película interminable que la mente-ego está creando para ti.

Así nos pasamos la mayor parte del día, viviendo las ensoñaciones que nos llegan, reaccionado a lo que vemos en nuestra pantalla mental, yendo de un lado a otro sin saber cómo parar esta noria y bajarnos. ¡Qué agotamiento!, ¿verdad?

2.- Los pensamientos ensoñadores son hijos de las creencias.
Todo lo que vivimos o experimentamos en nuestra vida lo interpretamos en función de nuestras creencias (son ideas que consideramos verdaderas, a las que damos completo crédito como ciertas), que seleccionan y atraen los pensamientos que están de acuerdo con ellas; a los demás pensamientos nuestra atención no los hace caso. La atención ve lo que la creencia quiere que vea. Ellas son las que realmente están llevando el timón de nuestras decisiones y, por lo tanto, de nuestra vida.

Supón que crees ser una persona con suerte, que todo te sale bien. Estudias en la universidad y el profesor os sorprende diciendo que la semana próxima tenéis un examen de esa materia que pensabas preparar en la cercana Semana Santa. Tu primera reacción será muy diferente a la de tu compañer@ de pupitre, al que no le gusta esa asignatura y, por lo tanto, se le da mal. Tú pensarás que lo vas a aprobar sin problemas, que estudias fuerte esta semana y así tendrás libre Semana Santa, ¡qué bien! Por el contrario, tu compañer@, decidirá que no se va a dar la matada a estudiar para nada, que suspende ahora y deja la asignatura para junio. Los pensamientos de uno y otro son totalmente diferentes ante el mismo hecho, y las decisiones tomadas también. La diferencia en la reacción son las creencias de cada uno.

3.- Los pensamientos atraen a otros semejantes.
El pensamiento es una energía vibrando (todo lo que existe es energía, es vibración) y por lo tanto sigue las leyes de la energía (la energía atrae energía semejante), con lo cual, si tienes pensamientos de miedo, duda, angustia… atraerás pensamientos similares y tu estado de ánimo lo reflejará, volviéndose sombrío. Por el contrario, si mantienes pensamientos de alegría, de confianza, de optimismo, atraerás pensamientos que van en su misma línea de vibración, creándote un estado de ánimo muy diferente al del ejemplo anterior.

Ahora, vamos con un punto muy importante:

4.- Cada pensamiento crea una emoción, que es el reflejo en nuestro cuerpo de ese pensamiento.
A veces no somos conscientes del pensamiento que ha creado la emoción que vivimos, pero nuestro cuerpo siempre lo “siente” dándonos una indicación clara del tipo de pensamiento que la ha originado: si nos sentimos bien, es uno elevador, inspirador; si nos sentimos mal es un pensamiento limitante, de «no poder».

Además, la emoción tiene unas cualidades que nos afectan más de lo que pensamos.

 

LA EMOCIÓN

Todo pensamiento, seamos o no conscientes de él, provoca una reacción en la energía que somos, modificando la vibración de esta. La emoción es el reflejo de ese cambio vibratorio, es decir, la emoción es la «traducción» del pensamiento en la energía que somos: es su creación energética. Este es el poder creador del pensamiento. Una forma mental (pensamiento) se convierte en una vibración de energía (emoción). Si nuestros pensamientos son inspiradores, elevadores, de amor…  nuestra vibración adquiere una frecuencia más elevada, más sutil. Por el contrario, si mantenemos pensamientos de “no poder”, de incertidumbre, de lucha, de enfado… esos pensamientos se traducen en una vibración baja, densa, oscura

La emoción atrae pensamientos que vibran en su misma frecuencia. Si te pones triste porque imaginas que no vas a aprobar ese examen que tienes la semana próxima o te entra angustia o remordimientos por no haber tocado un libro hasta hoy, esa emoción atrae pensamientos que van en esa misma frecuencia vibratoria (“¡soy un vag@, lo dejo todo para el último momento!”, “¡como siga así, no acabo la carrera!”), que, a su vez, te harán sentir peor. El pensamiento “crea” una emoción y la emoción “atrae” un pensamiento, es decir, los pensamientos ensoñadores que tenemos no son nuestros, no los creamos nosotros (serían creativos en caso contrario), sino que los atraemos según las emociones que vivimos a cada momento.

Una emoción sostenida se convierte en un estado de ánimo (nuestra energía principal). Ese estado de ánimo es la vibración que mandamos al universo y, por lo tanto, será lo que recibamos de él. Nuestro estado de ánimo es nuestra energía de atracción. Esto es muy importante, ya que es la clave de la vida que llevamos: ¿qué energía-vibración estamos mandando al mundo? Si enviamos vibración de amor, alegría, felicidad… eso recibiremos en forma de situaciones de vida. Si irradiamos ira, miedo o insatisfacción… eso recogeremos en las situaciones que nos devolverá el universo.

La emoción no distingue entre lo real y lo imaginado. Para ella todo es real y todo está sucediendo ahora mismo, sea algo que vives o algo que imaginas, bien sea del pasado o del futuro. Aunque falte una semana para el examen, la emoción lo vive como si ya lo hubieras suspendido y te hará sentir “mal” ahora.

Así mismo, cuanta más emoción nos provoque o pongamos en un pensamiento, más alta será la «voz» con la que llamamos al universo para que lo materialice, y antes lo hará. Por lo tanto, sé muy consciente de tu estado de ánimo, porque eso es lo que estás creando-atrayendo momento a momento: si tú estás bien, todo va bien.

CÓMO NO PERDERTE EN LOS PENSAMIENTOS

El remedio infalible para ello, y el objetivo final de esta web, es vivir permanentemente en el aquí y ahora. Cuando vivimos con TODA nuestra atención en el eterno presente ya estamos conectados a la esencia divina que somos y no hay pensamiento ensoñador que nos despiste. Ahora bien, nuestra atención está muy poco entrenada, porque todo en el mundo en que vivimos nos empuja a lo contrario, a distraernos constantemente gracias al montón de estímulos externos que nos rodea: móviles con los mensajes de WhatsApp, redes sociales, YouTube, internet… Este cúmulo de información que recibimos nos invita a separarnos del foco principal de atención que es: ¿cómo me siento ahora?, ¿qué vibración estoy emanando en estos momentos?

Todo este camino que vamos a recorrer es para ser capaces de dominar la atención, nuestro auténtico poder creador, y la clave para dirigir conscientemente la atención es desarrollar la concentración, que no es más que la atención sostenida en un punto.

Ahora, nos disponemos a subir unos escalones en la escalera que nos lleva a la luz: vamos a ver cómo podemos empezar a tomar el control de nuestros pensamientos y, por lo tanto, de nuestra mente.
Al principio te va a costar un poco, puesto que los pensamientos y tú estáis acostumbrados a una forma de actuar: ellos se ponen delante, en tu campo de consciencia, tú les sigues con tu atención inconsciente, no les das importancia, y dejas que revoloteen en tu mente el tiempo que ellos quieren. A partir de ahora vas a coger el mando de tu atención y esto le cuesta mucho aceptar a la mente: que los pensamientos que ella creaba a «su» voluntad ahora te rindan pleitesía. Así que, intentará hacerte la vida imposible para que no sigas tu nuevo camino, para que nada cambie en «vuestra» relación. Y como no andes muy alerta ten por seguro que lo consigue, porque, además: “¿qué tontería es esta de que los pensamientos son tan poderosos?, ¿de dónde sale eso?, ¿de este tío con barbas que parece estar medio girado? ¡Tonterías!, ¡tú déjame hacer a mí, que yo sé bien lo que hago!, además, ¡tan mal no nos ha ido hasta ahora!” … De esta forma nos come el coco la mente para que no cambie el statu quo que mantiene con nosotros.

Vamos con unos sencillos pasos que, con la repetición, acabarán convirtiéndose en la nueva forma de interactuar con tu mente y los pensamientos.

 

 

1º.- Fíjate en lo que estás pensando.
Lo primero de todo es darte cuenta de qué estás pensando, qué es lo que atrae tu atención en un momento dado y cómo te sientes por ello. Sé consciente de cómo estás por dentro, sin juzgar, sin comparar, sin desear estar de otra forma. Solo date cuenta.

2º.- No sigas las ensoñaciones de tus pensamientos.
Déjalos caer como dejas caer una pesada carga, porque seguir los pensamientos es una carga muy pesada. No «acabes» los pensamientos que te llegan. Un buen ejercicio es imaginar que los pensamientos que tienes, y aquí me refiero siempre a los ensoñadores, pertenecen a otra persona, que no son tuyos. Eres consciente de ellos, pero no les haces caso, no los sigues, porque son de otro. Obsérvalos como puedes observar a las nubes en el cielo, sabiendo que se irán con el viento. Sea lo que sea que pienses, no reacciones ante ello, no «bailes» con ellos, solo míralos. Sé un testigo desapasionado de tu mundo interior.

3º.- No interpretes lo que vives o experimentas en tu vida.
Tenemos la costumbre adquirida de juzgar las situaciones que vivimos en función de si van a favor nuestro o no. Aquello que nos acerca a lo que deseamos lo etiquetamos como “bueno” y “malo” si nos separa de ello. De esta manera ya estamos otra vez con la mente a cuestas, ya nos está llevando por su mundo.

Abandona toda intención de etiquetar-enjuiciar-interpretar-comprender lo que vives; deja de ser dirigido por tu mente, por tus pensamientos. No quieras entender (al ego le encanta), solo déjate llevar por lo que la vida te ofrece momento a momento, sin catalogarlo como “bueno” o “malo”. No juzgues ni compares lo que vives o lo que eres con nada. Todo es perfecto tal como es, sin etiquetas ni definiciones, sin palabras ni expectativas. No intentes buscar «fallos» a lo que la vida te regala: todo lo que vives es justamente lo que necesitas experimentar para tu mejor desarrollo personal. Todo es perfecto. Todo.

Si no puedes dejar de interpretar lo que vives o te crees las ensoñaciones que te presentan los pensamientos, sigue leyendo.

4º.- No luches contra los pensamientos que te generan dolor.
En ocasiones nos enredamos en pensamientos que nos causan dolor, bien sea por hechos del pasado (la bronca monumental que tuviste con tu pareja, por ejemplo) o las perspectivas tan negras de futuro que tienes cuando se te acabe el paro. La primera reacción es luchar contra ellos, apartarlos de nuestra consciencia para no seguir viviendo la emoción que nos embarga, pero eso es imposible, siempre saldrán ganando ellos, ya que los energizas con tu lucha.
A un pensamiento no se le puede «echar» de nuestra consciencia, de nuestra mente, porque, desde el momento en que eres consciente de él, ya forma parte de ti. Y si te pones a luchar contra un pensamiento, realmente estás luchando contra ti, así que nunca vas a ganar (para «ganar» tú hace falta que «pierdas» tú y eso no puede ser: sólo hay un «tú»).

No rechaces nada de lo que sientas-pienses, ya que si rechazas o te enfadas por lo que experimentas en un momento dado, estás mandando negatividad al universo. Este te devolverá situaciones acordes a esa energía que emanas y perpetuarás ese bucle de dolor. Por el contrario, si no reaccionas a ese pensamiento, a ese dolor, ya te estás limpiando, ya estás rompiendo la dinámica del sufrimiento. Con el tiempo y el crecimiento interior, serás capaz de amar aquello que ahora temes. Cuando amas completamente algo es imposible temerlo y, si no lo temes, entonces ese pensamiento pierde todo su poder sobre ti, abandonándote para siempre.
Aquí te dejo una poderosa herramienta para cambiar esos pensamientos que te hacen sufrir: el perdón.

La clave de todo es que siempre tengas el control de tu atención, que seas consciente de lo que estás «mirando» momento a momento. Esto puede parecer duro al principio, pero es inevitable que lo hagas. A partir de ahora vas a cambiar la dirección de tu foco de atención, pasando de fuera a dentro. Has estado mucho tiempo fijándote en tu exterior y muy poco en tu interior, pero tu auténtico poder está dentro de ti. Empieza a disfrutar del reino que gobiernas y que has tenido muy desatendido en los últimos tiempos: comienza a ejercer como la dueña y señora de tu mundo interno.

Por hoy ya vale. Ahora ya puedes practicar lo que has leído aquí. Incorpora estas prácticas en tu rutina de trabajo personal y, cuando notes que ya forma parte de ti esa nueva forma de mirar a tu interior, vuelve a este rincón. Ahora practica, practica, porque es una maravilla lo que nos queda. Es una maravilla todo.

Seguimos en «Activando nadis y chakras».
Un abrazo, de corazón.

La mente: el nacimiento de la ilusión

Ahora que ya sabemos que somos energía, conocemos las leyes de la misma y hemos visto los canales de comunicación de nuestra energía con la que nos rodea, llega el momento de conocer el origen de la ilusión que gobierna este mundo. Y esta ilusión nace en nuestra mente.

 

 

LA MENTE

La mente es una serie de procesos internos que se desarrollan de manera consciente e inconsciente y que, en su mayoría, son de carácter cognitivo. Es una facultad del cerebro humano que nos permite recopilar información, analizarla y extraer conclusiones de ella. Es la manera que tenemos, los humanos, de adquirir conocimiento.

La mente es la responsable de la creación de los pensamientos, el raciocinio, la memoria y la imaginación. Pero, no solamente es la creadora de los pensamientos, sino también de las emociones (el reflejo en el cuerpo de nuestros pensamientos) y las pautas de reacción inconscientes, tanto mentales como emocionales.

La mente, aparte de extraer conclusiones, puede crear una interpretación de aquello que vivimos. Esta capacidad radica en el cerebro que, como órgano físico, tiene una vibración determinada en función de su actividad. Aquí te dejo un enlace que habla de las ondas cerebrales y de cómo están íntimamente ligadas a nuestros estados mentales.

Hay tres niveles en la mente según el grado de consciencia de esta:

1.- La mente consciente

Con ella funcionamos casi todo el día. Nos sirve para cruzar la calle, hablar con la gente, hacer crucigramas o resolver un problema de matemáticas. Es la mente racional, la que piensa en términos lógicos y coherentes. Aquí somos conscientes de los pensamientos que tenemos. Si aprendemos algo lo hacemos con la mente consciente, pero según repetimos lo aprendido va pasando a la mente subconsciente. Cuando aprendemos a conducir toda nuestra atención está en ello. Cuando llevamos 20 años haciéndolo habitualmente, solo una parte de nuestra atención está en la conducción, porque la mayoría de los automatismos: embrague, freno, acelerador, cambio de marcha, etc., se han vuelto algo maquinal, se hacen sin pensar. Han pasado al subconsciente.

2.- La mente subconsciente

Esta mente (otros autores la incluyen dentro del inconsciente) es mucho más poderosa que la consciente. El subconsciente puede procesar 20.000.000.000 (veinte mil millones) de impulsos nerviosos por segundo frente a los 40 (cuarenta) de la mente consciente. Fíjate en la inmensa diferencia de potencial entre una y otra. El subconsciente capta infinidad de detalles que pasan desapercibidos para la mente consciente.

Aquí viven las creencias que hemos “incorporado” en esta vida. Se encuentra también lo que ya no recordamos, pero que se puede llegar a recordar. La mente subconsciente graba todos los acontecimientos que vivimos; unos los imprime más fuerte que otros y estos, con el tiempo, se acaban olvidando. Ahora bien, si ponemos nuestra intención en recordar algo tarde o temprano lo haremos, puesto que la intención crea atajos a los recuerdos almacenados en este nivel. Un olor, una canción, una foto… pueden sacar a la luz vivencias que creíamos sepultadas en el olvido.

Esta es la mente que nos juega malas pasadas, obligándonos a hacer cosas que no haríamos teniendo en cuenta la lógica o la razón. Aquí, los gustos, aversiones, deseos y miedos pugnan por salir a la consciencia para llevarnos por su camino. Llevas cuatro días siguiendo escrupulosamente una dieta para bajar la barriguita que te ha salido después de las vacaciones y, de repente, una mañana te pones morado a comer esas cazuelitas que tanto te gustan. No tenías pensado hacerlo, pero al entrar al bar y ver ese pulpo que te encanta no has podido seguir los dictados de tu mente consciente que te chillaba: “¡¡no, no, no!!”, y has pedido una ración. Y luego otra. Tras comerlas, los reproches de tu mente consciente te asolan, haciéndote sentir mal contigo mismo porque no has sido coherente con tu intención de adelgazar, pero no puedes hacer nada frente a ello. Cuando tu mente subconsciente ordena algo tu mente consciente no puede hacer otra cosa más que obedecer. Y esto es de gran importancia para entender cómo funcionan las creencias, porque en esta mente (el subconsciente) radica nuestro poder creador.

3.- La mente inconsciente

Es la más primitiva de las tres y acompaña a la raza humana desde que apareció el primer homo sapiens. Aquí viven nuestros instintos animales, con el más fuerte de todos: la supervivencia. También se almacenan todas las experiencias vividas por nuestra especie en el tiempo que llevamos de existencia, así como las creencias comunes que tenemos por pertenecer a la raza humana: la finitud del cuerpo, el deterioro físico o la imposibilidad de estar en dos sitios a la vez, por ejemplo. Se encarga también de gestionar las cuestiones fisiológicas, como el respirar o el corazón. Se la suele llamar mente reptiliana y es la más simple de las tres, pero la más fuerte, ya que en cuanto se siente amenazada toma el control absoluto de todas nuestras decisiones, buscando sobrevivir. Es la parte de la mente que nos hace luchar o huir al enfrentarnos a un peligro.

 

EL NACIMIENTO DE LA ILUSIÓN

Venimos a este mundo conectados a la Unidad. Cuando somos bebés no tenemos consciencia de estar separados, desconocemos qué es eso, porque no sabemos nada: sólo somos. Con el paso del tiempo, alrededor del año y medio, nace el concepto del «yo», producto de nuestra incipiente actividad mental.  Este “yo” lo asociamos al cuerpo del que ya somos conscientes y, al vernos separados físicamente, interpretamos que somos seres con vida propia, independientes de los demás. Aquí ya nos consideramos seres individuales, entrando en el mundo de la separación: “mi cuerpo soy yo, tu cuerpo eres tú”.

Con el desarrollo del cerebro, y el consiguiente incremento de la actividad intelectual, comenzamos a fijarnos en los pensamientos que tenemos, tomando como verdadero aquello que nos muestran. ESTE ES EL NACIMIENTO DE LA ILUSIÓN: dar visos de realidad a todo lo que la mente nos ofrece. A partir de este momento, empezamos a interactuar con el mundo a través de ella, por medio de los pensamientos, convirtiéndose en los filtros con los que percibimos la realidad que vivimos. Cuando estamos, por ejemplo, en el monte disfrutando de un paseo y descubrimos unas hermosas flores, en unos primeros instantes podemos extasiarnos con su belleza, en silencio mental, pero pronto nos sumergimos en nuestra verborrea interna habitual: “¿qué clase de flores serán?», «¿cómo no las he visto antes por aquí?» o «se parecen mucho a aquellas”. De esta manera, siempre mantenemos gran parte de nuestra atención fijada constantemente en nuestros pensamientos, viviendo una película engendrada por ellos.

La mente siempre está imaginando situaciones, bien en relación con lo que vivimos o bien con lo que ella fantasea. No puede parar quieta: es una fábrica incesante de pensamientos. Los problemas que suponemos tener son una invención de la mente y solo pueden existir en el tiempo (pasado-futuro), que es creado por ella misma, puesto que en el Aquí-Ahora únicamente hay situaciones que deben ser afrontadas o dejarlas como están. Solo existe el momento presente, EL ETERNO AHORA, pero la mente, por medio de los pensamientos, nos lleva al pasado o al futuro: el reino de la ilusión.

Por lo anterior, la mente es enemiga del ahora porque no puede intervenir en él, no puede controlarlo. Cuando tenemos nuestra atención fijada en el momento presente no se “vive” el pensamiento. Podemos pensar, pero somos conscientes de hacerlo y, por lo tanto, ya no nos identificamos con la película que imaginamos. Para evitar el ahora, la mente nos dirige constantemente al pasado o al futuro, consiguiendo engancharnos a su sueño, en el cual ella es la directora y guionista de las situaciones imaginarias que vivimos, y nosotros nos convertimos en los actores involuntarios. Como esa mente actúa en base al miedo a morir, nacido de la creencia en la separación, casi todas las ensoñaciones que nos presenta están teñidas por ese miedo, provocándonos una inquietud permanente, que es el reflejo de esos pensamientos en nuestro cuerpo.

Además, la mente, por medio de su hijo el ego, es la creadora de la resistencia a lo que es (la no aceptación del momento presente, ese lamentarse-enfadarse por la situación de vida que atravesamos), manteniendo así viva la sensación de separación. Esta resistencia a lo que la vida nos regala genera una vibración de baja frecuencia y, por lo tanto, atraemos situaciones y circunstancias en consonancia con ella, dándonos más motivos para seguir lamentándonos-enfadándonos, viviendo como la pescadilla que se muerde la cola. La única forma de romper este bucle malsano es por medio del ejercicio del perdón.

Así pasamos nuestros días, dando vueltas a la noria de las emociones, pero como todo lo que vivimos es una creación nuestra, lo podemos cambiar. Lo único que tienes que hacer es seguir leyendo y tener la intención de ser más consciente.

Esto lo explica maravillosamente bien Eckart Tolle en su libro El poder del ahora, del que aquí tienes un extracto.

Por hoy ya vale; espero te haya quedado claro donde nace la ilusión que vivimos. Si no es así, házmelo saber, por favor.

Nos vemos en «Los pensamientos: energía en movimiento».

Un abrazo, de corazón.

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