Si tras el trabajo anterior y de escuchar los audios, te notas en paz, llen@ de amor y en la toma de decisiones adviertes que no piensas, no razonas, sino que todo fluye de una manera natural. Además, si a cada momento aprecias una apertura total de tu corazón a todo aquello de lo que eres consciente, a la vez que percibes tu cuerpo de una manera nítida e intensa, entonces, ya has llegado al final de tu viaje interior y no te hace falta leer ni trabajarte este artículo ni el siguiente: estás siendo llevad@ por la energía de la Unidad y no hay ningún ego que se oponga o decida nada diferente a lo que es. Ya vives en la realidad del Ser que eres, no en la ilusión creada por tu mente.
Este «dejarse llevar», el estado de no-ego, es el estado natural en el que llegamos a este planeta para tener experiencias sensoriales: es nuestro estado de nacimiento. Pero con el paso del tiempo y el desarrollo intelectual, comenzamos a seguir a la mente y los pensamientos, perdiendo el gozo y el júbilo de nuestra auténtica naturaleza, para acabar viviendo en el mundo de las ensoñaciones mentales. De esta manera nos llenamos de objetivos y deseos, intentando controlar nuestra vida y planificar el futuro, generándonos una tensión constante. Así, dejamos de disfrutar de la dicha del Ser para vivir en el tobogán de las emociones creadas por los pensamientos.
Ahora ha llegado el momento de desandar el camino recorrido, pasar del mundo de la mente al universo del Ser.
Con el trabajo realizado hasta ahora, hemos elevado nuestra frecuencia vibratoria, limpiándola de la más densa del ego, con las identificaciones y apegos correspondientes. Ya estamos vibrando en la frecuencia del amor, sintiéndonos diferentes, pero todavía falta un último paso: cambiar al capitán que maneja el timón de nuestro barco.
Actualmente, nuestra mente-ego dirige el rumbo de la nave que somos. Lo siguiente que haremos será quitar a ese capitán, miedoso e impaciente, que elije los destinos y rutas por «nosotr@s» y no pondremos a nadie en su lugar. Permitiremos navegar a nuestro navío, nuestro ser, «solo» por las aguas de la vida que surcamos constantemente. Como confiamos tanto en ese océano de amor que nos envuelve, nos abandonamos totalmente despreocupad@s en él.
Este paso es el más difícil de dar para la mayoría de las personas con anhelos de crecimiento interior, porque significa la «muerte» del ego-ilusión. Para ello, con los ejercicios siguientes grabaremos la intención de instalar completamente la Consciencia de Dios en nuestra energía. Luego, en el próximo artículo, abandonaremos la mente y sus ensoñaciones para vivir en el Ser.
De esta manera, ya no sabremos ni adónde vamos en la vida ni por dónde. Nos convertimos en la flauta hueca a través de la cual la Unidad toca su maravillosa melodía de amor. Esto le aterra al ego, el no poder controlar, el no saber, y por eso éste es el paso más arduo si no se ha realizado un trabajo previo, por la gran fuerza que posee la ilusión. Pero una vez nos abandonamos en el «no saber» y en el «no hacer», ascendemos al último nivel de la evolución que hemos iniciado hace un tiempo, «disolviéndonos» total y permanentemente en la Unidad.
Y así, sin más cháchara, vamos con lo que nos eleva.
DEJÁNDONOS LLEVAR: INSTALANDO LA CONSCIENCIA
Como hemos visto, el ser que somos es la suma del cuerpo (energía de amor) y consciencia infinita (Dios). Ya vibramos en el amor gracias al trabajo previo, así que ahora pediremos a la Consciencia de Dios que interpenetre totalmente nuestro cuerpo. Para ello nos ayudaremos de unas invocaciones y mantras, pero antes acondicionaremos nuestra energía con una poderosa visualización.
1. VISUALIZACIÓN: “CHAKRAS DE LUZ-AURA-VERDE”
Esta visualización permite desarrollar nuestra capacidad de concentración (una de las propiedades del color verde), a la vez que nos relaja (fíjate cómo te sientes cuando permaneces un rato en medio de la naturaleza) y regenera la vibración en salud de nuestras células, revitalizando el cuerpo, preparándolo para vibrar en frecuencias más elevadas.
Haces la visualización «Chakras de Luz», pero solo la parte correspondiente al aura. En la inspiración tomas energía de la tierra y del cielo por medio de los chakras raíz y corona. En la espiración llenas tu cuerpo y aura de un intenso color verde.
Haz este ejercicio constantemente durante 3-4 días, aunque el tiempo depende de cada un@, hasta llenar tu burbuja protectora de ese poderoso color. Cuando ya sea instantáneo el visualizarte rebosando de luz verde, lo haces una vez al día como ejercicio de mantenimiento y pasas al siguiente.
2. INVOCACIONES y MANTRAS
UNA INVOCACIÓN es un decreto que lanzamos al Universo desde el poder de la divinidad-amor que vibra en nuestra energía: es una orden nacida del Dios/a que somos. Es un mandato que se cumple al instante.
La forma de trabajo es muy parecida a las frases de amor o las afirmaciones de los audios: las pronunciamos lenta y concentradamente; tras cada repetición, permanecemos con la atención enfocada en nuestro interior, fijándonos en las sensaciones que experimentamos.
Yo me he trabajado unas cuantas en relación con este tema: «Padre, llévame hasta ti», «Padre, tómame», «Padre, llena de ti el ser consciente que soy», pero las fundamentales, y que todavía me repito de vez en cuando, son estas dos: «Padre, lléname de ti», «Padre, lléname de tu Consciencia».
En tu caso concreto, elije los términos que mejor vayan contigo, con los que te sientas más a gusto. Para mí, «Padre», es la palabra que me ha acompañado toda la vida para nombrar a lo más sagrado y profundo de mi ser. Es sinónimo de Dios, pero «Padre» me resulta más cercano. Tú ya sabrás cómo nombras a esa presencia que sientes has estado siempre contigo y ponlo donde corresponda.
En un principio, para reafirmar el mensaje, puedes imaginar cómo tu cuerpo se llena de luz incolora: la Consciencia de Dios. Con la repetición no te hará falta ninguna imagen visual, percibiendo tu cuerpo nítido y vivo.
Repítete las invocaciones por parejas, como están. Si te apetece centrarte en una sola, perfecto, adelante con ella, ya irás descubriendo cómo trabajarlas.
La Consciencia de Dios está totalmente desidentificada y, por lo tanto, desapegada. No se pierde en ninguna ensoñación ni deseo: es la Consciencia Pura. Llenarnos de Dios es inundar todas nuestras células de esa Consciencia Divina, libre de identificaciones, para que no sigan siendo llevadas por los apegos de la ilusión que ha poseído a la raza humana desde el principio de los tiempos.
Las células son entes individuales con vida propia, formando parte de un ser superior: nuestro cuerpo. Además, según ha demostrado la biología, cuentan con una memoria y mente individual. De esta manera, instauramos la Consciencia Desapegada en todos los rincones de nuestro ser, sin que haya «espacios vacíos».
Llenarnos de consciencia es llenarnos de la CAPACIDAD DE DARNOS CUENTA cuándo el ego-mente está controlando nuestra energía y cortar el vínculo con él. La consciencia no limpia nada, no interviene, no interfiere, sólo eleva nuestra percepción (sensibilidad), dándonos clarividencia para descubrir instantáneamente si nos lleva la ilusión y, gracias al poder de concentración desarrollado, centrarnos en la paz del Ser que somos. Es abandonar las sombras y la oscuridad, creadas por la mente-ego, para ver y brillar en la luz del amor desapegado, convirtiéndonos en observadores/as desapasionad@s de nuestro interior.
Puede que al principio no sientas nada. No te agobies «pensando» en que lo estás haciendo mal: tú siempre lo haces bien, sólo es cuestión de constancia, de persistir. Cuando pronuncies las palabras, mental o físicamente, que tu actitud sea de poderío: estás ejerciendo tu autoridad de nacimiento, el poder del amor que eres. Sé rotund@ en tu invocación (recuerda que estás hech@ a imagen y semejanza de Dios/a) y luego quédate en la sensación corporal. Paulatinamente irás percibiendo tu cuerpo unificado, siendo consciente de su totalidad, como si estuviera despertando. Ánclate a esa sensación.
Tras permanecer un tiempo con estas invocaciones, antepones un «gracias», quedando así: «Gracias, Padre, por llenarme de ti», «Gracias, Padre, por llenarme de tu Consciencia», transformándolas en mantras.
UN MANTRA es la repetición constante y monótona de una frase para promover un estado diferente de conciencia. En este trabajo la repetición será constante y consciente, no monótona. Tras cada repetición permanece un rato en la sensación inducida en tu cuerpo, uniendo la frase a una frecuencia de vibración determinada. De esta manera se vuelve automática la conexión entre la intención-pensamiento (mente) y la vibración (energía).
Además, al comenzar el mantra con un «gracias», aumenta la energía asociada a tu intención. Notarás un cambio apenas perceptible, pero nítido, en tu vibración: tendrá una frecuencia más elevada al rebosar de alegría por haber recibido lo que pides. De esta manera adquieres la certeza.
Tras lanzar una invocación al Universo, lo único que falta es recibir aquello que decretas. Al agradecerlo ya lo has dado por hecho y, por lo tanto, eso es lo que tendrás. Con la invocación el Universo se pone a crearlo; con el agradecimiento lo materializa. Las «gracias» que das aceleran el proceso de creación.
Este es un proceso que lleva su tiempo, como todo, así que no esperes resultados inmediatos (sería el ego reclamando metas), sino vete disfrutando de las maravillosas sensaciones que experimentarás.
Durante un tiempo mantén siempre estos mantras en tu foco de atención. Cuando te sorprendas perdid@ en ensoñaciones, vuelve una y otra vez a ellos. Haz que todo tu ser vibre en la gratitud de ser tomad@ por esa Presencia-Consciencia que palpita en tu ser y PERMITE que todo suceda.
Cuando sientas la certeza manifiesta de estar llen@ de la Consciencia Desapegada, ha llegado el momento de descabalgarnos de la mente para vivir en la vibración consciente que somos. Pero esto lo dejamos para el siguiente artículo de este viaje por tu interior.
Ahora te toca trabajar, mejor dicho, DISFRUTAR de estas prácticas.
Un abrazo, de corazón y… ¡dale caña!
Seguimos en: «Dejándonos llevar: viviendo en el Ser».